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Alfarería.
Alfareras de Higueruela.
(Amelia Pérez González)
Trabajo presentado en el Café Literario del año 2015, certamen literario de verano, que todos los años se celebra en el Bar Acuario
Para celebrar el café literario he querido rememorar, ayudada por las vivencias que me ha comentado mi madre Amelia y los recuerdos de la infancia, el oficio de alfarero, verdaderos artistas del barro, profesión en la que la mujer de Higueruela desempeñaba un papel fundamental.
Uno de estos últimos artesanos de nuestro pueblo fue mi abuelo Alonso "El Español" labor en la que contaba con la inestimable ayuda de su esposa, mi abuela Pascuala, su hijo, mi tío Lucas y sus tres hijas Alfonsa, María y Amelia, mi madre.
Alonso González Sáez "El Español" y su esposa Pascuala Abellán Verdejo
Sus hijos:Amelia, Lucas, María y Alfonsa
El trabajo comenzaba con la extracción de la materia prima, el barro que se hacia en la zona del cementerio.
El barro se echaba en unas pilas redondas, mezclado con agua de la "Fuente Casa" que se traía con aguaderas con la ayuda de burros y se batía con unas palas de madera. Este barro batido entonces pasaba a otra pila cuadrada donde se endurecía, se cuajaba para después cortarlo en trozos y guardarlo en la cueva. Dentro de ésta se trabajaban los trozos de barro sobre una losa, de ahí pasaban a la rueda donde se moldeaba dando forma a platos, cántaros, vasijas o cazuelas..
Posteriormente, se colocaban estos enseres sobre tablas y se sacaban a secar a la calle. Una vez secos, volvían a meterse en la cueva, donde con mucho esmero mi madre los pintaba y adornaba con ·grieda" y plantillas de cartulina. Tras esto, ya en la calle, las mujeres les daban barniz primero por dentro y después por fuera y se dejaban secar, para una vez secos volver a la cueva.
El siguiente paso era cocerlos. Esto se hacía en un horno de leña, que era redondo y tenía agujeros para airearse y que fuera saliendo el calor. Los objetos se colocaban en la base del horno y se cubrían con cascos procedentes de cacharros viejos. La cocción duraba seis o siete horas. Una vez cocidos permanecían en el interior del horno un día mas reposando con lo que finalizaba la elaboración.
Recuerdo como de niña los chiquillos ayudábamos a sacar los "cacharros" ya terminados del horno, premiándonos con algunos de ellos como regalo, días después mi familia transportaba los objetos elaborados con su carros tirados con mulas para venderlos en las ferias de las localidades mas próximas.
Para terminas, quisiera que este relato sirva de humilde homenaje y dedicatoria a los alfareros de Higueruela y muy en especial a las mujeres que con su voluntad, tenacidad y esmerado trabajo contribuyeron a engrandecer este bonito oficio, desgraciadamente hoy desaparecido, y que dieron merecida fama a nuestros pucheros y nuestro pueblo en tantos lugares.
Amelia Pérez González (2017) |
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