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PREGÓN de Antonio Sáez Sáez
PARA LAS FIESTAS DE SANTA QUITERIA 2006.

  

Higueruelanas, Higueruelanos, Sr. Alcalde, Comisión de fiestas, representantes de la juventud, Amigos todos: Muy buenas tardes.

  

Creo que en estos momentos, muchos estaréis pensando ¿y por qué? Eso es lo que yo pensé, cuando hace unos meses, la comisión de fiestas, me ofreció hacer, nada menos que el pregón, de las fiestas de Santa Quiteria.

El ego y el orgullo me dio tal subidón que no había terminado, de hacerme la pregunta y ya tenía la respuesta: ¿Y por qué no? Yo le pongo título a este halago y diría que es el pregón de la ilusión.

No sé que sentirán, esas personas ilustres, cuando reciben sus premios o reconocimientos. Ni llego a ilustre, ni merezco reconocimiento alguno. Pero sí siento y agradezco, el regusto y honor tan grande como es poder pregonar, a los cuatro vientos las fiestas y vivencias de esta tierra a la cual tanto quiero: Higueruela, la bella. Sí, la bella.

Mirémosla desde sus diferentes ángulos y después hablemos.

Desde toda la Calicata, con el Mompichel y Tenaja al fondo, o desde el Cerro del Charco, antiguamente llamado Juncar Gordo. Desde la Gila o Calvario. Paseando por sus retorcidas calles que abrazan al querido Cerro de Santa Bárbara y tantos rincones más, que entonces será difícil asegurar, que no es la bella.

Mis primeros recuerdos nítidos y llenos de color de mi pueblo son los años de la posguerra, allá por el final de la década de los cuarenta y principio de los cincuenta, cuando para mí el mundo conocido, terminaba al norte en la Calicata y aunque el sur era más amplio, no pasaba de Yecla, en la provincia de Murcia.

Cuando había dejado de llevar Calzón de tirante cruzado y con regata, cuando descubrí que tuve un abuelo, que allá por 1917, fue víctima de la llamada fiebre española que causó gran mortandad, a nivel nacional. Ese año en Higueruela, Dejaron de tocar las campanas a muerto pues lo hacían varias veces al día, y para no alarmar a los enfermos decidieron poner una silla, en la puerta del difunto.

Alfonso Martínez “El Bosque” me habló de él, Por sus palabras entendí que fue un buen profesional, en albañilería y música Antón “Panizo” le llamaban.

Creo que reviviendo personajes y vivencias cercanas a uno mismo, también se cuenta La historia de nuestro pueblo.

Pedro Sáez, “el tío Perullo”, un ejemplo de tesón higueruelano que con más de 70 años, aprendió a leer novelas de Marcial Lafuente Estefanía.

La generosidad de mi abuela Lidia, Siempre me ponía en la misma incógnita: ¿De donde se sacaba el duro del “aguilando”?

Cuando Higueruela era totalmente blanca, Y sus calles pardas de piedra y tosca, Cuando en sus ventanas, contrastaba del blanco, Los geranios y clavellineros. Cuando el campo de mayo, Reventaba en mil colores, cual paleta de pintor.

Cuando soñaba que era el “Guerrero del antifaz” y defendía de todos los peligros a mis “condesas” como eran mi Tomasa o mi Nieves.

A mediados de mayo en Higueruela, quien no recuerda, la procesión de sonidos y el camino de sensaciones que siempre han despertado, nuestros paisajes, nuestros sabores y los aromas de nuestros campos.

El olor a la cal en el interior y exterior de las casas el ambiente húmedo y limpio en un campo de verdes mieses, amarillo de palomillas y rojos de amapolas.

Aquel aroma tan de vísperas como era la cocción de las magdalenas y que emanaba de los hornos, de Benito Marín, del “Rojo Valera”, de “Pepe”, “Cerropardo” y José “el de la Belén ”.

El olor del alba en los ejidos entre rocío y neblina humeante, se podía adivinar algunas figuras en posición sospechosa y andando de forma rara, buscando algo muy necesario, que casi siempre ese algo era de “tercerilla”.

Y entre todos estos “cuandos”, Llegaba el día anunciador de que la fiesta era inminente:

-“¡Han “venío” las barcas madre!,
-¡Han “venío” las barcas!”

Momento grandioso y preliminar. Los barqueros de Fuenteálamo, que por un rollo de leche, te daban un viaje, por una magdalena, dos.

Las barcas, motivo de chantaje que yo le hacía, a mi abuela “Perulla”. Ésta tenía un plato, que había caído en desgracia, y pasó a ser, tapadera de orzas de olivas. La decoración del plato, era muy curiosa, pues representaba, a una señora con gorro tricolor en el que se leía: ¡Viva la República !

-“Si no me das perras para las barcas, salgo a la calle y digo lo de la República ” El efecto era inmediato.

El ir y venir de los mayordomos Jaime, Toledo y Calero, con sus escriños recogiendo, caridades en forma de rollos.

En lontananza, se escuchaba El entrañable “cha ca chá” del tren, que para mí, iba marcando este son. Cuantas emociones, lleva este “Changai”. Este tren tan viejo, que no puede andar, vamos a la fiesta, fiesta patronal. El “changai”. Aquél tren con asientos de madera, que aparecía de forma fantástica en el apeadero de Bete, con sonido atronador y resoplando por sus “fauces” de acero.

Cuando el camino de Cobatillas se convertía en romería multicolor fundida entre Tahulleros, e Higueruelanos que venían principalmente de todo Levante con una misma consigna: El 22 de mayo, todos en Higueruela.

Burros con serones, llenos de maletas atadas con cuerdas. Destacaban las chicas por su alegría que regresaban dispuestas a dar caña y rivalizar con las demás, en modernas en el vestir y en interpretar, los ritmos más atrevidos como era aquel. “A lo loco, a lo loco”. Cuando aquellas chicas vestían aldas de medio paso, tacón alto y medias de cristal, de línea recta y perfecta. Con sus bolsos y cinturones de “plexiglás”.

Tiempos de racionamiento, estraperlo y picaresca.

Cuando soñaba como “Carpanta” en comerme un huevo frito, para mí solo. Difícil sueño. Casi todos terminaban “Ca la Paulina ”.

Unas fiestas, de rebote, me vino una gamba a la plancha de aquél camarero de chaqueta blanca que sorteaba los veladores, con tal rapidez y maestría, que yo hubiese asegurado que él era el inventor de aquella delicia. Paco Marín en el Casino Principal.

Tiempos duros de silencio en los que si comías lo suficiente, en vez de cumplir siete años por lo menos cumplías catorce.

Tiempos representados en Higueruela, por aquel alcalde peculiar y bonachón aunque no lo pareciese y que a mi me recordaba a José Isbert en la película Bienvenido Mr. Marshal .Tiempos de la furia española en fútbol nuestra selección ganaba a la pérfida Albión allá en el mítico Maracaná, con el gol de Zarra.

Por otra parte, los jóvenes se enamoraban o se restregaban con los boleros de Antonio Machín. Tiempos de la leche en polvo, El queso y la mantequilla de los americanos, que según decía Macario, en boca del “Chinchillano” es lo que hacía esponjar. Años en los que Higueruela pierde las críticas y populares “murgas” de los carnavales.

También pierde el significado, de la tierra de los pucheros. Los pucheros se extinguieron, pero no sus motivos decorativos: los “engoves” así llamados y característicos de la alfarería higueruelana. Ésta gozó de gran renombre y que sus alfareros expusieron por todas las fiestas y ferias: de la Mancha , la Ribera y Levante. Creo que estos artesanos, merecen ser mencionados.

Antonio González Gómez, primer alfarero conocido que, en el siglo XIX, marchó a la vecina Alatoz a fomentar su alfarería ya decadente. Aún muchos recordamos a Perico “Señor”, Alonso “el español”, Juan Miguel “Prin” y familiares de todos ellos. Digo que el recuerdo, de aquellos hombres y mujeres aún está vivo, es cierto y por todo lo alto.

En los rollos de Santa Quiteria. Las filigranas que reproducen, esas manos delicadas son la inspiración y la tradición que siempre permanecerá.

Tiempos duros, pero llenos de ilusión tiempos de titiriteros que, parte de sus espectáculos los desarrollaban en el “corralazo” como Corral de Comedias. Allí admiré al pollino, más inteligente del mundo. Éste, a una señal de su entrenador, Inició un recorrido por el público para decir quien era la chica más guapa. Sin dudarlo se detuvo, delante de la María del Merero. Era cierto para mí como adolescente era la más guapa. En los accesos a dicho Corral de Comedias vivía Donato, mañoso guarnicionero y su mujer Guillermina. Solución para ajuares y desgracia de cuadras y gorrineras.

Iremos viendo que Higueruela siempre estuvo en vanguardia. Por aquellos años Juan “Castorro” al frente de otros, firmaron un pacto con la patente del botellón.

1957 el año “grande”. El año en que los caballones, salían a dos fanegas si estos los ataba Antón “el alguacil”. El año que en feria, aún quedaban parvas por trillar el año del “Último cuplé” película en un principio prohibida por el escándalo y fiebre que provocaban los escotes de su protagonista.

Otra vanguardia, ahora que tantas iniciativas y protagonismo acapara la mujer, la higueruelana ya había roto las barreras de su condición; Y, allá por los años sesenta no dudó en enfrentarse al gobierno nacional triturando unos mojones que nos dejaban, sin parte de nuestro término.

Años de pandereta, baile y cante.

Mi primer recuerdo es de Isabel “la habanera” voz limpia y clara. Antonio “el Porruto” dominando el flamenco y la canción. María “ la Paloma ”, garra y fuerza, Ángel “el Tuerto” que barajaba todos los palos, Juan “Chivas” que para mí cantaba por Molina como nadie. Alfonso “el Español”, voz profunda y potente, Pedro “Zacarías”, qué bonito te salía el sombrero, Paco “el Estanquero” gran intérprete de la canción española.   “El Torero”, rey de la rumba y la vuelta entera. También andaba, un tal Antonio “el de la Lidia ”, que necesitaba siete tragos para poder arrancar.

Años de triunfos deportivos

El Águila de Toledo ganaba el tour de Francia. Aquí el “Roscao”, “Bisco”, “Ribera” y “Cleto”, que igualaban las hazañas de Moreno “el Bonetero”. Bernabé “el Garrofo” cuanta emoción le ponías a la ya clásica carrera del 22 de mayo.

Otra vez la furia española, el famoso gol de Marcelino, gana la Copa de Europa a la infiel Unión Soviética. Nosotros teníamos a Fulgencio “el Semi” gran portero y objetivo de miradas femeninas, José Mª Mínguez, artífice de toda clase de filigranas, como ahora las elabora en el dominó. Lucas Martínez Pérez, el “Pirri” higueruelano lleno de coraje y pundonor.

Para hablar de pintura, solo un nombre: Lorenzo Peral “Rentes” que dominaba todas las técnicas, sobre todo la difícil acuarela.

La literatura cómica y crítica (nunca ofensiva) de Lucas “Fortuna”, gracias por el deleite de tus versos.

Qué conoceríamos de nuestra historia, si no hubiese sido por José Colmenero López?

Otro López, Mateo, además de la realidad eres la gran esperanza.

En costumbres y tradiciones, aquí tenemos a Isabel, la recopiladora manchega.

Quiero recordar a algunos ausentes y el primer lugar será para un hombre sencillo, alegre y no desmanotado en sus cosas: Antonio Sáez Mínguez, el primer Antonio “el de la Lidia ” ¿Qué dirías si me vieras, aquí y ésta tarde? Respondo en tu lugar: Santa Quiteria Bendita, tú bien me entiendes.

Agustín Colmenero “Cerropardo” con sus pantalones de pana llenos de piezas con su blusa y gorra de cuadros, el hombre que supo aprovechar sus adversidades para adquirir la mayor cultura, yo jamás conocida. Agustín, cuanto me hubieses ayudado a decir algunas de tus palabras tan bonitas como tú las sabías decir.

;Otro higueruelano de ingenio y sabiduría un señor que como muchos más, emigró a otras tierras y que en más de cuarenta años, nunca faltó a la cita. Un año intentó fallar, pero el martillo sobre el yunque le recordó con notas de campanas, que era 22 de mayo y sin voz por la emoción, y lágrimas en los ojos, buscó a su mujer llamada Juana y la dijo:

“Maestra, ¿es que no te has “dao” cuenta que hoy es Santa Quiteria?” Miguel Zornoza Almendros, ya nunca más falló. Su arraigo aún arranca alguna frase cariñosa de un yerno al exclamar: “En el pueblo de mi “mujé” Cuando tocan las campanas, el instinto de sus vecinos, es ponerse a bailar”.

Al poco de marcharte, Herminio Navalón “el Tito” en una noche serena y lleno de estupor escuché tu saxofón y el pasodoble “En el mundo”. La realidad no me dejó triste. Tranquilo Herminio, que a través de Juan Carlos, sigues entre nosotros.

Y no podía olvidar el 1972, cuando Higueruela se viste de luto, cuatro de sus hijos pierden la vida por el afán de ganarla: Juan y Francisco García Cantos, hermanos. Otros dos hermanos: Pedro y Antonio Verdejo López.

Amigo Antonio: quizás una de las últimas sonrisas que te llevaste de tu pueblo fuese la que arrancaste por tu provocación a mi hija Ana, casi recién nacida. Aún al Monte Atalaya de Ibiza se le ven las heridas de aquella catástrofe. También quizás, el último pensamiento fuese el de Santa Quiteria Bendita. Si he puesto a alguien triste, lo siento pero era la ocasión y mi momento para recordarles.

Volvamos a las vanguardias.

El carácter higueruelano, siempre lo he visto muy especial y cuando España se debatía por su democracia recién estrenada, nosotros ya la habíamos superado y todos juntos Inventamos las fiestas populares y de calle que, pronto copian otros pueblos con su capital: Albacete.

También veo al higueruelano, más Sancho que Quijote, pero en asuntos de molinos, de la mano hemos dado la bienvenida, a esos monstruos tan altivos sin miedo a ser devorados. Claro que Higueruela, la bella, nunca será devorada mientras tenga esa mezcla de Sanchos, Quijotes y buena fe.

No quiero terminar sin mencionar a quienes me sufren, me aguantan, me hacen sentirme feliz Y solo un nombre: Fina, mi compañera de más de cuarenta años

Y Santa Quiteria Bendita. Tú bien me entiendes.

Higueruelanas, higueruelanos, son nuestras fiestas. Disfrutémoslas.

¡ Viva Higueruela !
¡ Viva Santa Quiteria !
GRACIAS

   
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