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PREGÓN de Beatriz Niño Manso,
PARA LAS FIESTAS DE SANTA QUITERIA 2005.





En el balcón del Ayuntamiento

Señor Alcalde, Martín: Gracias por tus amables palabras de presentación.

Queridas y queridos jóvenes que este año vais a representar a nuestro pueblo en sus Fiestas. Queridos paisanos y paisanas: A todos mi entrañable y emocionado saludo.

También mi saludo y mi recuerdo para  los enfermos e impedidos,  jóvenes o mayores, y para los ausentes que no podrán acompañarnos, siendo su deseo disfrutar de las Fiestas que hoy comenzamos.

Sé que me vais a disculpar si no estoy a la altura que merece un acto tan significativo como éste. Cuando me invitaron, sentí el peso de la responsabilidad que entraña, creo que como todos los que me han precedido. El primer impulso fue decir que no. Pensé que esto estaba reservado a las personas nacidas aquí o a las que fueran más relevantes que yo. Pero después me dije ¡qué caray!, si una persona que ha pasado más de la mitad de su vida entre vosotros, que está casada con un hijo del pueblo, que tiene dos hijas de Higueruela, no se siente uno más entre vosotros ¿de dónde puede ser? Dice el refrán: “no donde naces sino donde paces” y yo he pacido 36 años de mi vida en Higueruela. 36 años que me han permitido echar raíces y sentirme uno más entre vosotros y como dice mi paisano Miguel Delibes, el árbol que se planta y echa raíces, no se extingue hasta que se le arranca. Y me siento muy contenta de ser la pregonera de este año proclamar a los cuatro vientos que yo también me siento higueruelana y que quiero y siento a sus gentes como si aquí hubiera nacido.

En estos años he podido conoceros bien y aprender de vosotros; he vivido vuestras costumbres, vuestro modo de hablar; vuestros gustos y vuestros sabores. He aprendido a hacer gazpachos, atascaburras y ajo de mataero, palabras que no estaban en mi vocabulario gastronómico y ahora lo están, lo mismo que he conocido vuestros parajes, vuestra historia, vuestros nombres, vuestro cielo y vuestro clima. He llegado a amar todo lo vuestro que ahora lo es mío.


En el Ayuntamiento

¡Gracias a la Comisión por el esfuerzo que realiza, no siempre bien comprendido, y por supuesto, por acordarse de mi! ¡Gracias a todos por aceptarme entre vosotros!

*Llegué a Higueruela en Agosto de 1969 con la cabeza llena de ilusiones y el corazón lleno de sentimientos y con el deber de realizar una tarea entrañable y muy grata para mí: Enseñar y educar, y hoy, que necesariamente tengo que reflexionar sobre el pasado, bien puedo decir que siento humildemente la satisfacción de un deber cumplido.

*Por esta vocación y esta afición irrenunciable de maestra de este pueblo, mi pregón recordará necesariamente la evolución que se han producido en la escuela, y naturalmente, en la sociedad, en las fiestas y en la forma de vida.

*¡Hay que ver que cambios se  han experimentado desde aquellas fechas! De la estufa de carcacho y los sabañones hemos pasado a la calefacción programada a veinte grados permanentes. ¡Qué diferencia entre aquella escuela de Párvulos en los bajos de la casa de Don Pedro, a la que iba mi hija Susana, y las actuales aulas de Educación Infantil, en las que se aprende inglés y se maneja el ordenador con absoluta naturalidad!.

¡Cómo ha cambiado mi escuela!

*La escuela que yo conocí al llegar no tenía maestros especialistas. Cada uno se las apañaba para enseñar tanto lengua española como matemáticas, caligrafía o normas de urbanidad. Todos vivíamos en el pueblo y la dedicación ocupaba las veinticuatro horas del día: Para rellenar una solicitud de beca, para celebrar una reunión, para quedarse un rato más con el que no se aprendía la tabla de multiplicar, no había horario. La matrícula no bajaba de cuarenta por clase y ahora está en torno a diez. Quedaban aún locales sombríos e inadecuados, fuera del nuevo grupo. Los niños se juntaban con los niños y las niñas con las niñas. La educación era obligatoria hasta los doce años y aún eran frecuentes las faltas de asistencia porque muchos chicos o chicas echaban una mano en las tareas domésticas o del campo. El maestro o la maestra castigaba a los alumnos que no se portaban bien y ellos procuraban que los padres no se enteraran porque les venía encima uno mayor. Había un respeto o un temor que han ido desapareciendo, para bien o para mal, conforme aparecían las chuches, las videoconsolas y las zapatillas de marca.

*¡Cómo ha cambiado mi escuela! ¡Cómo ha cambiado Higueruela! ¡Cómo se ha ido forjando el pueblo que ahora tenemos!

*Poco a poco hemos ido transformando un pueblo sencillo en un pueblo próspero, más bonito y más habitable cada día, acogedor, generoso y abierto a todas las gentes que venimos de fuera, bien de paso o a quedarnos entre vosotros y a ser acogido como uno más. Este pueblo, que a base de sacrificio, de economía, de buen entendimiento y de una voluntad de hierro ha sabido incorporar la modernidad y el bienestar sin perder sus raíces y su forma peculiar de ser.

*Sin embargo, yo tengo excelentes recuerdos de entonces. Ya me cautivaron mis primeras alumnas, que me hicieron una fiesta para darme la bienvenida. ¡Pues no llevaban en la frente la inscripción Mon Amour!. Eran niñas diferentes a las que yo había conocido hasta entonces. Intuía que podían llegar muy lejos. No me equivoqué.

*También recuerdo a unas madres luchadoras, preocupándose por la educación de sus hijos, obsesionadas por sus estudios: “Quiero que mi hijo no tenga que llevar la vida que hemos llevado nosotros”, me decían.

*Y lo habéis conseguido.¡Vaya si lo habéis conseguido! Ya no tienen que salir a vendimiar a  Francia. Ahora van a la Universidad. Muchos de aquellos niños tienen brillantes carreras, han constituido sus propias empresas, han mejorado el negocio familiar e incluso desempeñan cargos de responsabilidad dentro y fuera de nuestra comunidad. Ahora recibimos aquí a personas de diferentes nacionalidades que vienen, como nosotros íbamos a Francia, Suiza o Alemania, anhelando unas mejores condiciones de vida para ellos y para sus hijos, que contribuyen a nuestro progreso y a nuestro bienestar, pero seguro que no olvidan ni su tierra, ni sus costumbres, ni su lengua, ni su casa, ni a los familiares que han dejado allí. Sed bienvenidos entre nosotros y ojalá que encontréis pronto lo que a costa de tantos sacrificios habéis venido a buscar.

* No puedo olvidar a la madre de Pepe y a las tías, que tanto me ayudaron. A Casilda y a su hermana Quiteria,  que apuntaban  la adolescencia y siempre he recordado como mías. A Ana María Tolsada, que siempre que me ve con qué cariño me besa y aún me pregunta por las niñas. Ellas, y muchos de vosotros habéis sido mi familia próxima, ya que por la distancia he podido disfrutar poco de la presencia física de mi madre y de mis hermanos, para los que hoy quiero hacer una mención muy especial. Igual  tengo que evocar que justo un día como hoy, a esta hora más o menos, hace 33 años nacía mi hija Begoña. Tampoco puede estar aquí conmigo, pero su pensamiento y mi pensamiento se funden en la distancia y seguro que su corazón está esta tarde con nosotros, igual que Susana, a la que tengo más cerca. Begoña, un beso.

* Perdonadme que me deje llevar por la emoción y el recuerdo, inevitable por otra parte en estos casos.

* Como jubilada, tengo muy presente la vida de los mayores.

Afortunadamente todos disfrutamos de buena atención sanitaria, de una pensión segura más o menos holgada, de una casa y de la atención de la sociedad. Los viejos nos sentimos un poco más útiles cuidando de los nietos; tenemos oportunidades de ocio y de formación como no hemos tenido nunca. En nuestro pueblo es casi una realidad esa residencia a la que sólo le falta llenarse de vida, de personas que la habiten y de profesionales que sepan entender que además de hermosas habitaciones o sillones confortables ese edificio ha de llenarse de cariño, que es lo que más necesitamos todos, pero principalmente los mayores.

* ¿Y qué decir de las mujeres? ¡Qué cambiazo, Dios mío! Entonces no se atrevía ninguna a ponerse pantalones, ni a fumar, ni a ir solas al bar. Hoy la mayoría conduce su coche, viste a la última moda, algo que entonces era impensable, como impensable era que mujeres dirigieran el Colegio, la  Secretaría del Ayuntamiento, la Caja de Castilla La Mancha, la Farmacia, la Universidad Popular, la Biblioteca... o que estén asistiendo diariamente a clase con más de cincuenta años y aprendan a leer y escribir, o que las de mediana edad estén con una ilusión tremenda formándose para integrarse plenamente en la vida laboral y social.

* Hay quien dice que se están cambiando las tornas. Hasta hemos conseguido que  los hombres ayuden en las tareas de casa. 

* Bueno, pues de estos hombres de Higueruela, no puedo hacer mayor elogio que de mi propio ejemplo: Hace más de siete lustros que decidí unir mi vida a uno de ellos y hoy puedo afirmar que, a pesar los problemas que conlleva una convivencia tan prolongada, aquella decisión fue un acierto pleno.

Esta evolución positiva de nuestro pueblo y de nuestras costumbres, no nos priva de mantener lo tradicional y lo bueno:


Pasacalle con la Comisión de fiestas y el Alcalde

Lo esencial de la hoguera que se encendía el día 21 de mayo del 70 y la que se prenderá hoy, permanece, como permanece lo esencial de la música y del colorido de aquel y este castillo de fuegos artificiales, de las procesiones, de la carrera ciclista, del rollo elaborado primorosamente por nuestras mujeres y de la devoción a Santa Quiteria. Cierto que en vez de prenderle fuego a la hoguera en la puerta de la iglesia, al asfaltar las calles se tuvo que trasladar de sitio. Hoy el castillo es más completo y más caro, a la vuelta ciclista acuden chavales con aspiraciones de profesionales, en la Banda se integran muchos más músicos locales y en la procesión y recogida y reparto del rollo  no participan Mayordomos de la Santa, pero la emoción y el sentimiento siguen siendo los mismos.

Poco queda, salvo el recuerdo, de aquellos bailes que se organizaban en el salón de Agustín, en sesiones de mañana, tarde y noche, con los Faisanes, Madera, los Wacual, los Hermanos Cebrián o Los Pardo. Hoy, los bailes quedan para los de cuarenta para arriba y los jóvenes prefieren a Melendi, Los Mártires y Los Porretas...

Ya no vienen las barcas ni las cadenetas, ni el chambilero, ni se hacen rifas con cartas gigantes pegadas a una tablilla, ni vamos al cine. Tenemos el vídeo, la tele y el cine en casa que han acabado con aquellas tertulias entre vecinos, bien al amor de la lumbre o al fresco en la calle. Tenemos grandes conciertos en la carpa, nuevos espectáculos y actividades deportivas y culturales. A los Mayordomos los ha sustituido una numerosa Comisión formada por hombres y mujeres por la que muchos pueblos de la comarca nos ven como ejemplo de convivencia y de espíritu cooperador. Este espíritu, se traduce en las numerosas asociaciones y cooperativas que funcionan desde hace tantos años.


La pregonera en la ofrenda de flores.

Estas y otras cosas han fijado nuestras vidas en este pueblo tan noble y tan firme como la tierra que trabajáis, en la que vosotros sois pasado, presente y futuro.

Pero no podemos dormirnos en los laureles. Quedan cosas materiales por hacer y desarrollar y tenemos que trabajar valores tan importantes como la justicia, el respeto y la solidaridad. Pero yo veo entre nosotros un deseo de superación que me hace predecir que este pueblo y estas gentes seremos mucho mejor dentro de otros treinta y seis años. Porque estamos  bien dispuestos para el trabajo y para el ocio; para el sacrificio y para la fiesta.

Llegan de nuevo las Fiestas, y con ello un volcarse de todo el pueblo, con su entusiasmo y su alegría en la calle. Oí decir a alguien que vida sin fiestas es como un largo camino sin posada. Todo el mundo habla y comunica por sus fiestas, en las que participamos los de aquí y los que vienen de fuera para compartir la alegría que une hasta los puntos más distantes. No está sorda la gente, entiende y habla de aquello que le llega, de aquello que le nace en el corazón y que siempre es nuevo. Cada calle, cada rincón, es una explosión de ruidos, de luces de colores y un lugar de privilegio plagado de encuentros familiares, besos y abrazos y donde celebrar sus verbenas, reuniones, bailes callejeros y, por supuesto, las procesiones, en las que exaltamos a nuestra Patrona Santa Quiteria, a la que acudimos a rogarle por nuestra salud, a pedirle agua para los campos, a la que sacamos bajo la advocación de dos imágenes pero con una misma devoción.

Señora Santa Quiteria, nuestra querida Patrona. Mañana será tu día. Iremos en procesión prendados de tu hermosura. Irás apoyada en los mismos hombros que tantas veces te han pedido apoyo. Señora: Mañana será tu día. La luz de Primavera se extenderá en nuestros campos resecos y el campanario estará encendido de plegarias. Llenas de amor se abrirán las puertas de las casas y de paz las conciencias Y una vez más, como siempre, de pie sobre esta tierra, tu pueblo devoto rezará contigo.

¡¡VIVA SANTA QUITERIA!!
¡VIVA SANTA QUITERIA!¡
¡VIVA HIGUERUELA!

   
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