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PREGÓN de Luis Castelo Corredor,
PARA LAS FIESTAS DE SANTA QUITERIA 2004.

Buenas tardes amigos de Higueruela, Corporación Municipal, componentes de la Comisión de Fiestas, Señor Alcalde.

Pregonar en Higueruela es un privilegio. Tener la oportunidad de tocar el cielo no se tiene todos los días y hoy tengo esa sensación,la de estar tocando el cielo. Y es que estar aquí, es estar entre amigos, entre buena gente... es estar entre mi familia. Mis orígenes están aquí, en Higueruela. De aquí descendiendo y de ello presumo.

Hace varios meses mantenía una conversación con mi primo Juan Diego. Le decía que me haría mucha ilusión que un día me llamaran del pueblo para colaborar en cualquier cosa. Cual fue mi sorpresa cuando hace unas semanas mi buen amigo Víctor me llamó para comunicarme que había sido nombrado Pregonero de Honor de las Fiestas de Santa Quiteria en Higueruela.

Hoy estoy muy ilusionado, como niño con zapatos nuevos. Los que me conocen saben que para mí es un día muy especial. Pregonar en Higueruela es para mí, que día a día vivo las retransmisiones deportivas, como retransmitir la final de un campeonato del mundo. Os doy las gracias por haber pensado en este humilde informador para dar este pregón.

En este día tan especial os quiero contar una historia. La historia de mi madre, la que ha conseguido que desde pequeño quiera este pueblo como mío.

Mi madre, Rosa, nació en Corral Rubio. Nació allí casualmente. Su padre, Perico el de los conejos, trabajaba construyendo la carretera de esta localidad y allí nació Rosa, mi madre, la más pequeña de nueve hermanos: Miguel, Alfonso, Arístides, Porfirio, María, Edíltruda, Senén, Antonio y Rosa.

No eran tiempos como para tirar cohetes. Al año de vida mi madre llegó a Higueruela. Mi abuelo, al que no conocí, se marchó junto a mi abuela, Trinidad, a Higueruela, el pueblo donde nacieron.

Mi madre y sus hermanos pasaron mucho hambre a pesar de los esfuerzos de sus padres. Casi todo el mundo tenía muchas carencias a todos los niveles. Ella siempre me ha contado como se comían un huevo para siete, o las famosas tortas de cebada. Eran los años 40, el año el hambre como me ha dicho que le decían.

A mi madre la bautizaron a los siete años junto a la Rosa del catalán. El cura, Don Juan, y el monaguillo, Alberto boca grande, les bautizaron con el nombre de Libertad a su amiga y con el nombre de República a mi madre. Más tarde les obligaron a que las dos se llamaran Rosa.

Mi madre cuando era pequeña jugaba con su amiga de siempre, María la de CARICA. Ella  guarda un buen recuerdo de su padre, Alfonso Carica, que siempre las sentaba en sus rodillas y a ambas las trataba como hijas. Cuando Alfonso Carica nos dejó, mi madre lo sintió como si se hubiese ido su padre.

Mi madre casi no fue a la escuela. A ella siempre le gustó aprender, pero en aquellos tiempos tuvo que dedicarse a cuidar a los seis hijos de su hermano Miguel, a coger lentejas, a espigar... hasta que a los 20 años marchó a Madrid con mi tío Arístides. En la capital de España estuvo un año y marchó a Barcelona a servir en casa de unos farmacéuticos. A los 22 años emigró a Venezuela, donde ya se encontraban sus hermanos Antonio y Mari. Posteriormente llegarían Porfirio y Senén que también quisieron ganarse la vida fuera de España.

Rosa tenía 22 años cuando dejó el país. Mi tía Mari necesitaba la ayuda de mi madre para cuidar de sus hijos. En Caracas estuvo tan sólo dos años debido a un Golpe de Estado en la capital venezolana. Mi tío Claudio mandó a mi madre y a sus hijos de vuelta al pueblo por miedo a la situación del país.

Rosa hubiese vuelto a Venezuela, pero un cinco de Abril de 1958 fue al baile en el Salón de Víctor. Los Víctor tenían  el salón,  el cine, la pista de baile y el casino. Fue al salón con su amiga Pili del Tito y su marido Paco Cantuda. Un amigo de su hermano Antonio, conocido como Lunares, le presentó a un joven mozo que trabajaba en la Casa Royo con el Marqués de Pescara. Ese joven mozo venía de Galicia, de La Coruña concretamente. Trabajaba de mecánico y de chófer del marqués con el que coincidió en el servicio militar realizado en Salamanca. Ese joven mozo, mi padre, conocido como Luis el Chófer del Marqués y mi madre se enamoraron.

Anduvieron un tiempo juntos y, como todas las parejas de la época, también tuvieron sus problemillas amorosos. Me cuentan, que un día se juntaron con dos parejas de amigos: Costa y su novia Fermina; y Rosa la Loba y su novio Munera. Ese día llegó una pastora nueva a la Casa Royo. Mi padre y Cosme el de la posada se vinieron en bicicleta hasta el pueblo con la pastora, a la que llevaron al baile dejando plantadas a sus novias. Lógicamente, el enfado fue brutal por andar con la pastora. Menos mal que se arreglaron porque sino no hubiese nacido este pregonero.

Dos años más tarde mis padres se casaron. Fue un quince de mayo de 1960, día de San Isidro a las seis de la tarde. El convite se celebró en el local de los verdejos.

Se fueron a vivir a la Casa Royo durante un año.... y continuó la historia a caballo entre Higueruela y Albacete. Aunque ya llevan 42 años en Albacete, ninguno de los dos perdieron el contacto con su pueblo. Y digo con su pueblo porque aunque mi padre es de La Coruña, es casi uno más de Higueruela.

Quería contaros en este pregón como fue la historia de mi familia. Historias que seguro que os suenan a muchos de vosotros porque las habréis vivido o porque os las han contado. Y yo quería contarla porque todos tenemos que tener en cuenta nuestros orígenes. Y es que los pueblos y sus gentes no deben olvidar sus raíces por humildes que sean.

A través de la historia de mi familia he podido saber como son los vecinos de Higueruela. Los de Higueruela son, somos, trabajadores, valientes, no nos rendimos ante las adversidades, sabemos como sacar adelante los problemas que se nos vienen encima, orgullosos, pero humildes, capaces de todo y con un carácter envidiable.

La gente de Higueruela puede presumir de cómo es sin esconderse absolutamente de nada ni de nadie. Así es la gente de Higueruela. La gente que disfruta con su trabajo, que se vuelca con los suyos, que se entrega en todo momento y que a partir de hoy disfrutará de sus fiestas con todo el cariño hacia Santa Quiteria. La Patrona, Santa Quiteria, a esa a la que le reza cualquiera de este pueblo.

En este pregón podría mencionar a mucha gente y pido perdón por los que pueda olvidarme. Podría hablar de mucha gente de Higueruela que conozco y a la que quiero, sobre todo de mi familia, pero me vais a permitir que resalte a mi tío Miguel.

Para mí y para mi hermano, junto a mi tío Arístides, mi tío Miguel fue como nuestro abuelo. Nunca se borrará de mi memoria la imagen de mi tío Miguel. Era una persona muy inteligente. Sin apenas estudios, los mozos del pueblo pasaban por su casa para que les preparase en sus tareas.

Cuando era pequeño me fijaba en una de sus manos. Le faltaban tres dedos. Un disparo en la Guerra Civil, en la que participó junto a mis tíos Arístides, Alfonso y Porfirio, le mutiló. La bondad de mi tío Miguel sobrepasaba todos los límites. Recuerdo cuando iba a Albacete a mi casa o la de su Maruja y su marido Vicente. Allá a quien veía, a quien le preguntaba de dónde era siempre decía con orgullo que era de Higueruela.

Allá donde estés, tío Miguel, seguro que te sientes orgulloso de que uno de los tuyos esté aquí, en el balcón del Ayuntamiento de tu pueblo dando este pregón.

Mi infancia pasa por Higueruela. Aquí me traían mis padres para ver a mi familia y disfrutar de todos los encantos que reúne este pueblo. Mi pueblo, porque Higueruela es mi pueblo. Y lo digo con orgullo, con mucho orgullo.

¡ Cómo disfrutaba cuando iba a la huerta de mi tío Miguel! la que está al lado de la Casa Aparicio que ahora mantiene uno de sus hijos, mi primo Miguel. Las paellas que hacía junto a mi tía Jesusa... y yo nunca me cansaba de mirar la balsa y el Olmo. Recuerdo a mi prima Lola y a sus hijos: Juan Diego, que sigue la tradición futbolística de quien os habla,  de María Jesús y Loli. Y a su marido, mi primo Diego que siempre se juntaba con mi padre a tomar esos aperitivos que se hacían tan largos. 

Recuerdo con mucho cariño el Olmo de la Plaza. Que bien me lo pasaba junto a mi hermano en el Olmo de la Plaza. Después de jugar, me marchaba a merendar a casa de la Amelia y de Alfonso, que, por cierto, casi siempre estaba en obras.

En esta tarde también me acuerdo de Cosme el de la posada y de su mujer. Cuantas  veces he correteado en su casa con su hijo Mateo. Me encantaba ir a su casa. Es uno de los recuerdos más bonitos que tengo.

Esta tarde también me acuerdo de Juan Ramón Bueno. Ya no está con nosotros. Pero nunca me olvidaré de él. Tal vez gracias a Juan Ramón hoy sea periodista. Con él, con  mi padre y con Alfonso el de Melchor vi mis primeros partidos del Albacete Balompié. A Juan Ramón le tenía mucho cariño. Nunca a nadie le pusieron un apellido tan acorde con sus cualidades como persona, Bueno. Y es que era bueno, muy bueno.

Me acuerdo de Aurorín y Clara, la hijas de Alfonso el de Melchor y Amelia. Y de su hermano Ricardo que me tuvo que aguantar cuando era pequeño junto a su cuñado,  Dante el médico, al que yo llamaba tío por el cariño que le tenía.

Me vais a permitir que en este pregón también me acuerde de mis primeros pasos como periodista. Hubo que luchar mucho para hacerse un hueco. Tal vez la fuerza que me viene de este pueblo ha hecho posible el que hoy pueda, a través de la radio y la televisión, comunicarme con las personas a mi manera.

Desde mi posición como periodista deportivo siempre traté de estar pendiente, aunque a lo mejor no tanto como él se merece, de Kisko. Un futbolista al que conocéis y que allá por donde ha ido siempre dio la cara como jugador. Dejó huella en las categorías inferiores del Albacete y los clubes a los que ha pertenecido pueden presumir de haber tenido en sus filas a este jugador. Un futbolista de mucha raza y carácter con claros indicios del sitio de donde procede.

Hoy también me acuerdo de mis amigos. Algunos hoy aquí. Ellos nunca me fallan y me ayudan a seguir cuando la vida te pone piedras en el camino.

Luis Castelo periodista deportivo

Me tengo que acordar también de mi mujer y de mis hijos en este día tan especial para mí. A ellos no les dedico el tiempo que merecen. Para ellos a veces es difícil entender el periodismo como yo lo entiendo. El periodismo sin horas, sin mirar el reloj. A Pris, mi mujer, a Arantxa y al pequeño Luisito les pido perdón por ese tiempo que a veces me falta. Pero quiero que sepan, y lo digo aquí ante todos, que gracias a ellos puedo sonreír. Me encantaría que ellos mantuviesen la relación con Higueruela. Me encargaré que sepan que parte de sus raíces está aquí.

Ojalá y pudiese retroceder varios años para poder volver a revivir mi infancia en Higueruela. Estoy muy orgulloso de que mis raíces sean de aquí. Estoy muy orgulloso de estar esta tarde con vosotros. Pregonar en Higueruela es una de las grandes alegrías de mi vida. Os lo digo con el corazón. Corazón que se pone en un puño al recordar todos estos momentos.

Y ahora llega el momento de disfrutar. De que os pongáis vuestras mejores prendas. Que os reunáis con los vuestros. Que rindáis pasión y devoción hacia Santa Quiteria. Que la noche no se acabe. Que aprovechéis cada minuto de estas fiestas. Este es vuestro pueblo y vuestras fiestas. Hacerles sentir a los forasteros como es este pueblo. Un pueblo solidario, amable, en el que se siente como en ningún sitio del mundo. Vivir estas, vuestras fiestas, que desde en este momento comienzan.

Muchas gracias Higueruela por dejarme ser uno de los vuestros. Felices fiestas y Viva Santa Quiteria.
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Hola. Este es el pregón del año pasado. Confírmame que lo has recibido. Ten en cuenta que está escrito para darle una determinada entonación. Dime también si puedes la página en la que se va a publicar. Un abrazo, gracias y ya sabes que me podéis llamar para cualquier cosa. Luis Castelo
.aminguez/00095

   
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