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PREGÓN de Antonia Hernández Gómez,
PARA LAS FIESTAS DE SANTA QUITERIA 1994
En primer lugar, un saludo cariñoso para todos.
Agradezco vuestras llamadas, para darme opción de ponerme en contacto con vosotros, continuando esta convivencia, que siempre fue para mí tan gratificante.
Tengo recuerdos imborrables y afectuosos de mis años de plenitud en mi profesión, como de mi vida de vecina entre vosotros.
Llegué aquí por resolución del Concurso de traslados, en el año 1946. Higueruela fue para mí un pueblo de gentes sencillas que me acogieron afablemente. Por aquel tiempo se notaba aún las consecuencias de la Guerra Civil, en la escasez de medios económicos.
Presencié como bastantes familias se ausentaban con tristeza en busca de mejores perspectivas de vida, hacia zonas industriales de otras provincias. Vi la preocupación de algunas madres, por verse obligadas a abandonar su pueblo, para mejorar las posibilidades de trabajo y de vida para sus hogares.....
Años después, aquellas familias, que no habían perdido sus raíces y el afecto a su tierra, (g.a.D), volvían temporalmente, promoviendo la demanda de construcciones y mejoras de sus viviendas de hoy.
Recuerdo aquella primera escuela unitaria, en la que la falta de medios y recursos se suplía con mucho afecto, y con la ilusión que se ponía, cada día, en el noble trabajo de educar y enseñar.
Recuerdo aquellos uniformes blancos, de las niñas, en los que se apreciaba el trabajo laborioso de algunas madres, con aquellos zurcidos tan bien ejecutados, que podían considerarse verdaderas obras de arte, más que el verdadero motivo de su realización: para que la prenda durase más. Después supe que las mujeres de Higueruela tenían fama de excelentes zurcidoras, y, desde luego, así lo demostraban.
Recuerdo nuestras funciones de teatro, para conseguir fondos a la escuela y, poder así, suplir carencias.
Se formó también, por entonces, el Coro de bailes manchegos, sacando a la luz el folclore local. Las parejas de baile lucían, como aderezos, diminutos pucheros y cazuelas ejecutados con gran esmero, por el alfarero local de entonces.
Recuerdo la fiesta escolar y popular de "Jueves lardero"...... Nuestros paseos escolares a la Fuente del Rincón, donde las niñas, después de sus juegos, observaban con respeto, la placa de piedra que recuerda su construcción, en tiempos de Carlos IV. Lo sencillo también encerraba alegría y diversión.
En el aspecto popular, se organizaban unos estupendos bailes de Nochevieja, que atraían a mozos y mozas de los pueblos cercanos. Eran entonces impensables las discotecas y demás medios de diversión de hoy. Las señoras visitábamos el Casino dos veces al año: en Navidad y en las Fiestas Patronales.
Quiero significar, y justo es decirlo, que vuestras autoridades municipales se preocupaban grandemente por los problemas de la enseñanza. Gracias a su tesón, y acogiéndose al Plan Nacional de construcciones escolares, se hizo el actual Grupo Escolar, con todas las ventajas y mejoras que ello suponía para la enseñanza. Se construyó en 1961. La alegría fue grande para pequeños y mayores.
Hago notar, que el interés de vuestras autoridades por mejorar la enseñanza, se conoce desde tiempos anteriores a los nuestros. Fue de gran alegría para mí, encontrar en la obra de Almendros Toledo, "Estudio de la enseñanza en la provincia de Albacete", donde se decía que, "a principios del siglo XIX, la pequeña comunidad de aldea de Higueruela, jurisdiccionalmente dependiente de Chinchilla, pedía para su lugar un maestro de " primeras letras", ya que la educación y enseñanza, decían en aquella petición, es necesaria en todos los pueblos para la mayor tranquilidad y buen gobierno.
A partir de 1961 se van mejorando las condiciones ambientales de Higueruela. Se instala el alcantarillado, se pavimentan las calles, teléfonos, Caja de Ahorros, etc., Gracias a Dios el progreso llegó a Higueruela, como en todas partes.
Fue un acierto la reconstrucción de la ermita de Santa Bárbara, que da un aspecto muy típico a Higueruela, y que hace olvidar el estado de abandono en que se encontraba anteriormente ese lugar. Me alegra que se conserven vuestras tradiciones, que, en definitiva, son vuestras verdaderas raíces.
De mi vida profesional de aquí guardo mis mejores recuerdos. Recibí atenciones oficiales, aunque el mejor premio es siempre, la satisfacción del deber cumplido, unido a la generosidad y amabilidad que en tantas ocasiones me habéis demostrado.
Me marché por motivo de mi jubilación y circunstancias familiares, pero no olvido mis años aquí, y sigo con interés vuestros avances sociales, culturales y de vuestra economía.
Cuando me despedía de vosotros, alguien me dijo: "...Ud. tiene parte de este pueblo..., tiene un ladrillo en cada casa". Comprendí, entonces, que aquella frase encerraba un sentimiento de profundo cariño, que recibía de todo el pueblo. Con ese cariño vuestro, la esperanza de que mi trabajo profesional haya sido de algún provecho para vosotros, el recuerdo de tantas personas buenas con las que he convivido, y el hecho de tener una hija nacida en Higueruela, me considero grandemente recompensada.
Siempre he vivido con vosotros la gran devoción que sentís por vuestra patrona, Santa Quiteria. En estos días, ella acoge con más fuerza, bajo su protección, a todos sus hijos: los presentes en el pueblo, y los que se ausentaron, pero que nunca faltan a la cita del 22 de Mayo, con el deseo de ser fieles a su tierra y a su Patrona.
Siempre he sentido admiración por el valor y fidelidad de la Santa, a su ideal y Amor a Jesucristo. Hoy, en estos tiempos difíciles que vivimos, donde el dinero y el poder prevalecen sobre los valores éticos importantes como: la justicia, la solidaridad, la honradez, etc., su ejemplo nos debe llevar a reflexionar.
Creo que todos deberíamos pedirle hoy a la Santa, el valor necesario para saber actuar en cada momento, con el amor, honradez y justicia con que ella hubiera actuado, si viviera hoy entre nosotros.
Pido con devoción, a Santa Quiteria, que derrame sus bendiciones sobre todos, y disfrutéis estas fiestas con alegría y paz.
Un saludo para todos y sabed que siempre tendréis en mi una amiga.
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