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PREGÓN de
Aquilino Gómez Navalón,
PARA LAS FIESTAS DE SANTA QUITERIA 1990.

Queridos paisanos, amigos todos, vaya por delante mi más cordial saludo, saludo que lleva la emoción de estar entre vosotros, entre tantos y tan buenos amigos, que a lo largo de mi vida me habéis honrado siempre con vuestro afecto, con vuestra amistad, con vuestra creciente simpatía. Tened la plena convicción y seguridad, que yo os correspondo en la misma medida y  con la misma moneda.

Quiero expresar a la Comisión de Fiestas, mi sincero, abierto y franco reconocimiento por haber tenido la gentileza de haberme designado para la delicada misión de ser pregonero de nuestras Fiestas Mayores. Yo acepté complacido,aun a sabiendas de no ser la persona cualificada para ello, para estas lides, pero conociendo la tolerancia y benevolencia de mi pueblo, sé que pasará por alto, cuantos fallos pueda tener en mi disertación. Gracias,  muchas gracias.

Al recorrer esta tarde vuestras calles y plazas, mejor dicho, nuestras calles y plazas, ha vibrado de emoción todo mi ser. Esas calles engalanadas con tan vivos colores, donde se va a hermanar el día 22, lo divino con lo humano, ese ambiente cálido de sabor mariano, esos cantares al Amor de los amores, me han hecho sentirme otra vez niño, adolescente y avivar mis sentimientos afectivos a tres de mis mas grandes amores: a Santa Quiteria, a mi tierra y a Higueruela. A los tres quiero cantarles, con el alma y corazón de un ferviente higueruelano. Si consigo no defraudaros, será el más alto honor a mi atrevimiento.

Daré comienzo a mi primer  canto con un poema mío titulado "Gloriosa  Quiteria".

Eres Quiteria flor inmaculada
del rosal de la gloria desprendida,
perfumando tus pétalos la vida
del pueblo por quien eres venerada.
De Jesús, con ventura su llamada,
oíste con el alma complacida;
amor divino es tu sangre vertida,
amor humano es tu dulce mirada.

Ni riquezas ni placeres deseara,
de tus labios, acíbar yo bebería,
mi vida, yo a tu vida consagrara,
si a mi lado siempre te tuviera,
si en tu seno, por siempre reposara,
si mis ojos...  cerraras cuando muera.

Hoy cuando venía desde Almansa y pasaba por esta tierra parda y rugosa de la Mancha baja, pensaba en mi viejo Higueruela, en aquel pueblo con sus casas blancas y calles terrosas testigos de mis juegos infantiles, de mi adolescencia, con aquella temprana primavera de pasiones, de mi enlace matrimonial presidido por nuestra patrona Santa Quiteria, la novia amada, la esposa fiel, la madre amantísima de todos los higueruelanos: de los presentes y de los ausentes. Ella nos ve nacer, vive con nosotros, tomando parte en nuestras alegrías y en nuestras tribulaciones, siendo nuestro consuelo en el viaje postrero hacía el más allá.

Esta tarde, preámbulo de las Fiestas Mayores en su honor, os pido para ella un fervoroso aplauso.

Si, pensaba en el viejo Higueruela, en aquel pueblo sobrio, austero, honrado, trabajador, que cumplía plenamente, totalmente con esas palabras bíblicas de "Ganarás el pan con el sudor de tu frente". Pero aquel trabajo hosco y duro que venía realizando a través de todos los tiempos, había de gestar en su ser, había de engendrar en su alma, un carácter, una forma de ser, una forma de sentir, que se pondría de manifiesto a mediados de julio de 1936, cuando España se debatía entre la vida y la muerte. Y el viejo Higueruela, haciendo caso omiso de las ideas políticas, dejando a un lado la malsana política, apiñado, hermanado en el corazón de nuestra Quiteria, dio a España entera el más alto ejemplo, el más hermoso ejemplo de convivencia, de fraternidad, de amor al prójimo, evitando que aquellas casas blancas y calles terrosas, fuesen manchadas, fuesen salpicadas con la sangre de sus hijos

Esto, queridos paisanos, es vuestro más noble blasón, vuestra mayor grandeza, el mayor timbre de gloria, la magistral lección, la mayor herencia que aquellos hombres recios y mujeres valerosas, - muchos de los cuales estan esta tarde entre nosotros - legaron a la posteridad, legaron a las futuras generaciones.

Pero también pensaba en el nuevo Higueruela, en el Higueruela de esta tarde aquí reunido, tarde radiante de luz y colorido, tarde de ventura en que el alma se viste de gala, y el corazón abierto a la esperanza, para rendir este caluroso homenaje a la más genuina representación de la mujer higueruelana que encarna nuestra patrona Santa Quiteria; esa flor exuberante y perfumada que cada uno de nosotros llevamos prendida en el corazón. Y es, que Higueruela y Santa Quiteria son una misma cosa, forman un solo cuerpo. Nosotros los higueruelanos no concebimos a Higueruela sin nuestra Quiteria y viceversa. Nosotros los higueruelanos no concebimos a Santa Quiteria como un ser inerte, inanimado, sino como un ser real, viviente, que forma parte de nuestra vida; ella mora en nosotros, y nosotros moramos en ella. Yo diría más aún, que es carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre y amor de nuestros amores.

Pero al nombrar tanto a Higueruela como a Santa Quiteria, permitidme un sentido recuedro para una mujer que siempre tenía este dicho a flor de labios: era mi madre;  y también una mirada amorosa para otra higueruelana hoy entre vosotros, esta tarde aquí presente: es mi esposa. La una con su recuerdo y la otra  con su presencia, son las musas que me inspiran para cantarle a mi pueblo para cantarle a mi tierra. He a
quí, por lo tanto, mi segundo canto titulado    "Mi tierra".

Mi tierra, tierra parda y ondulada,
la reina y señora de mi albedrío,
donde canta y llora el corazón mío
las vivencias de una época pasada.
Que sabroso es el pan en tu morada,
floreciendo el tomillo en el avio,
y el alma se recrea en el estío,
viendo en tu lecho la mies coronada.
Nací en tu seno; allí fui creciendo,
como el trigo cuando eres abonada;
tu pecho uberoso me fue nutriendo.
Glorioso te contemplo en mi otoñada,
si de amor se muere, me estoy muriendo;
que eres mi tierra, mi tierra añorada.

Yo hubiese querido tener la galanura, la donosura, la mente lúcida y brillante de un Alberti, de un José María Pemán, de un Juan Ramón Giménez, de un García Lorca, de Antonio Machado o de tantos y tantos otros poetas, que han sido y son gloria literatura española, para que mis versos alcanzasen en esta tarde, en este momento, la más alta cota de la expresión y la belleza; pero no ha sido posible4, os tenéis que conformar con unos deshilvanados  versos, hechos por este mediocre poeta, más que con la mente, con el corazón.  Aceptadlos con la misma benevolencia, pues si bien es verdad que les falta belleza, y hasta técnica poética, llevan en cambio, el calor, el afecto, el cariño, el alma y el corazón de este viejo higueruelano, de este ferviente higueruelano, que no sabe componer, que no quiere componer, si no es para su pueblo, si no es para su tierra

Y quiero cerrar este pregón de fiestas con el canto tercero a Higueruela, a mi pueblo; a este pueblo que lleva el alma de Castilla en el corazón de la mancha y el amor de nuestra Quiteria, pregón y canto que queda en el alma higueruelana, rociando de amor a las Fiestas Mayores; perfume que en mayo exhalan las flores, de la tierra más hermosa y más galana. He aquí el poema que lleva por título:

A Higueruela.
Cuantas veces he dicho que te quiero
con el alma desnuda de quimera;
savia eres de la vieja primavera
y a mi vida das vida por entero.
Por amor, soy tu eterno prisionero,
y así acaricias tu tierra alfarera,
el aire y el agua, la mies en la era,
las flores del brezo, tomillo y romero.
Amor a mi tierra, amor a mi amada,
a esos tus muros de amores venero;
quiero mirarme en tu limpia mirada
y ser de tus valores pregonero,
que tengo el alma de amor inundada,
y eres la luz de mis ojos. ¡Te quiero!

Estoy emocionado y complacido por tantos aplausos que me habéis otorgado. No los echaré en el baúl de los recuerdos, los tendré presentes por el tiempo que me quede de vida; yo os dejo lo más valioso que tengo, este corazón apasionado que está rebosando amor por Higueruela y por Santa Quiteria

FELICES FIESTAS.

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