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POBLADOS ISLAMICO EN HIGUERUELA.
TERCERA PARTE:
LA GRAJA.
EL POBLADO ISLÁMICO EN ALBACETE.
LAS ALQUERIAS ANDALUSÍES DEL VILLAR DE HOYA HONDA Y LA GRAJA (HIGUERUELA, ALBACETE.)
José Luis Simón García
Universidad de Alicante.
Emplazamiento de los yacimientos en la cartografía 1:200.000 del IGN.
4. LA GRAJA.
El yacimiento se sitúa en el sector septentrional del término de Higueruela, en las tierras altas (fig.4.A), constituidas por las elevaciones de la Cuerda de la Doblona y la Sierra de Higueruela al norte y el conjunto montañoso de Molatón al sur, entre los que se genera un valle por donde discurre la Cañada de Pajares, que unos kilómetros más al este pasa a denominarse Vega de Alpera (fig. 4.B) Se trata del límite meridional de la cuenca hidrográfica del Júcar, frente a la del Segura que comienza en la cumbre del Molatón. Es por ello que a partir de las cumbres de la Cuerda de la Doblona se abren en sentido septentrional toda una serie de barranqueras y arroyos que terminan confluyendo en la margen derecha del río Júcar a su paso entre Jorquera y La Recueja.
Vista del valle entre la Cuerda de la Doblona y Malefatón.
A. Detalle del plano Emplazamiento en el plano 1:50.000 del IGN de 2004.
El yacimiento se emplaza en la vertiente meridional de la Cuerda de la Doblona, lo que le permite un cierto resguardo de los vientos dominantes de la zona (fig.10.A), especialmente de norte y noroeste, circunstancia que de ve acentuada por su altitud, a 1049 m.(8) por lo que el clima de la zona es acusadamente continental, con un índice de pluviometría superior al resto de la zona, entorno a los 400-500 ml anuales y por lo tanto una vegetación donde predomina el bosque de encina y coscoja, el sabinar y en menor medida el pino albar. La zona dispone de un buen número de fuentes y manantiales alimentados por los aportes pluviométricos y niveles, especialmente frecuentes y cuantiosos en invierno. La vegetación ha permitido la presencia, hasta hace poco, de corzos, ciervos, jabalí y lobos, junto a liebres, conejos y perdices. Estas condiciones han hecho de la zona un lugar habitual de pasto, en especial en verano, tanto por los ganados locales, como los transterminantes y trashumantes, cuya principal huella son los numerosos corrales emplazados de forma equidistante en la vertiente meridional de la Cuerda de la Doblona.
La principal vía de comunicación por la zona es La Cañada o Vereda Real de Los Serranos, que discurre a 2.800 m al oeste del yacimiento, en el tramo que le lleva a vadear el río Júcar en Valdeganga por Puen Torres y le conduce hacia el paso de Montealegre del Castillo, por la Rambla del Salobralejo, hacia el altiplano de Yecla y Jumilla. El yacimiento quedaría, según la cartografía de 1887 de IGN, entre el Camino de Higueruela a Alatoz y el Camino de Higueruela a las Casas de Valiente (Villavaliente), ambos grafiados como caminos carreteros. En el vuelo americano de 1957 se aprecian claramente los caminos existentes, uno que pasa por la parte septentrional del yacimiento, dejando algunas construcciones se paradas del núcleo principal y otro, quizás el más antiguo, que pasa entre las casas, por delante del corral orental y se pierde por los bancales de cultivo actuales.
B. Ortofotografía del Vuelo Americano de 1957.
En la actualidad la superficie agrícola no parece haber cambiado sustancialmente respecto a lo que se plasma en el cartografía de 1887 del IGN y el vuelo americano de 1957 (fig.10.B), tan solo se aprecian la unión de bancales para el mejor aprovechamiento de la maquinaria agrícola, el abandono de algunas partes marginales de los bancales de mayor superficie y la afección a los márgenes del yacimiento con anterioridad al vuelo de1957. El mayor daño de los restos arqueológicos se ha producido con posterioridad a dicho vuelo, al modificarse las estancias del corral de La Graja y en especial al área circundante del corral, al explanar y despejar de construcciones el espacio próximo al mismo y la realización de un nuevo camino al norte de los ya existentes, que afecta a una serie de casas junto al corral de ganado (Fig.10.C y D).
Ortofotografía del Vuelo PNOA 2012-06
Ortofotografía del Vuelo PNOA 2004-04
El núcleo principal del yacimiento parece que se conserva tal y como Walz lo pudo ver en 1889 (fig.11.B), con ligeras afecciones en zonas puntuales ya expuestas, salvo el hecho de que el autor francés señala la existencia de silos en cada una de las casas que hoy en día no pueden apreciarse, salvo en un par de casos, y uno de ellos -por la información facilitada por los propietarios-, se descubrió a finales de los años cincuenta del siglo pasado, al maniobrar un tractor de gran tamaño en el borde de la parcela, sito junto al yacimiento (fig.11.C), por lo que no puede ser uno de los señalados por el investigador francés, mientras que el otro tiene un aspecto de pozo o aljibe más que de un silo.
B. Vista general del yacimiento desde el este.
C. Silo nº 43
El cultivo actual es de cereal, leguminosas o cultivos implantados en las últimas décadas, como girasol o viñedo, dado que el clima y la altitud no son favorables para almendros, olivos o frutales. Sin embargo, tanto por las huellas dejadas en el paisaje como por los innumerables corrales que aún hoy perduran, casi medio centenar en un corto radio de terreno, el aprovechamiento de la zona ha sido de forma secular el pastoreo extensivo del ganado de ovejas, cabras y en menor medida vacuno y equinos relacionados con el transporte y las tareas agrícolas. La silvicultura y la caza han complementado la economía doméstica y la dieta de sus moradores, siendo también una zona tradicional de explotación de leña, resina y maderas.
4.1. Descripción.
El yacimiento posee en la actualidad una extensión de 6,8 Ha, con
512 m de largo por 273 m de ancho, estando el eje mayor dispuesto de oeste a este, coincidente con el de las curvas de nivel de la ladera del cerro. La mayoría de las construcciones poseen un eje transversal al de la alquería o aldea, es decir de norte a sur con un cierto giro hacia el sureste, que hay que poner en relación con la búsqueda de protección frente a los vientos dominantes de la zona, del noroeste, lo que lleva a emplazar todos los vanos hacia el sur y sureste.
Al igual que en el Villar de Hoya Honda el lector debe de tener presente que la descripción de las estructuras, tanto a nivel individual como en conjunto se efectúa sobre los restos visibles en la actualidad, sin que hasta la fecha se haya realizado ningún tipo de intervención arqueológica, lo cual puede llevar a errores puntuales a la hora de su descripción e interpretación. Sin embargo, el magnifico estado de conservación del yacimiento y de las estructuras que lo componen, permiten efectuar un primer acercamiento a la realidad que en su día pudo configurar el lugar, circunstancia que deberá ser resuelta en un futuro con las actuaciones arqueológicas oportunas.
Las estructuras visibles se caracterizan por estar constituidas por la base de los muros de fácil apreciación tanto en su esquinas como en su desarrollo longitudinal, salvo allí donde han crecido encinas aprovechado la humedad que el amontonamiento de piedras y el desplome de los muros ofrecen. Los vanos solo son identificables cuando las jambas se realizaron con grandes bloques regulares de piedra.
Formal y técnicamente la construcción es muy similar a la otra al- quería descrita, pudiendo en muchas ocasiones apreciar que los muros están apoyados directamente sobre la roca, especialmente en cada afloramiento de la caliza expuesta a la intemperie por la acción erosiva de los agentes climáticos y la perdida de suelo por la deforestación de la ladera. Los muros se constituyen a partir de bloques de mampostería caliza sin apenas desbastar, salvo las esquinas y las jambas, donde se emplean bloques más o menos regulares. Esto no quiere decir que los muros no estén perfectamente careados, ya que presentan dos caras y un relleno interior constituido de piedras menores encajadas entre los bloques que forman la parte exterior del muro o de ripio cuando el muro es de una considera- ble anchura y esta formado por grandes bloques irregulares dispuesto de forma vertical. Existen parámetros métricos en todas las construcciones, de modo que los muros exteriores poseen un ancho entre los 60 y 70 cm de espesor, mientras que los interiores de las estancias están entre 40 y 55 cm. En algunas ocasiones los corrales o zonas de tránsito se configuran a partir de grandes bloques, alineados y dispuestos de forma vertical con un relleno de ripio menor en su interior, que puede llegar a tener un espesor entre 1 y 1’20 m, dando la sensación de que su alzada no superaba 1 o 1’30 m, pues o no se aprecian derrumbes en ninguna de sus caras, o estos son mínimos. Posiblemente estos muros tuvieran un alzado mayor realizado con materiales vegetales, especialmente espino, que impedía salir al ganado o la entrada de lobos.
La técnica de construcción de las estructuras es similar en todos los casos, mampostería careada, de mayor tamaño en la base que en la parte alta, sujeta con un mortero de tierra con escasa presencia de aglutinante, que con el derrumbe del muro termina por desaparecer al estar expuesto a los agentes climáticos. No es posible por el momento determinar si al menos en la cara interior de las estancias los muros tuvieron algún tipo de revoco, tal y como aparece en los corrales próximos y en la cara interior de algún muro que ha quedado a la intemperie por las madrigueras de conejos.
D. Corral nº 44
Por el volumen del desplome de los muros y los paralelos de los corrales circundantes, en especial los corrales de Las Grajas, tanto el oriental como el occidental, como los próximos del Mayorazgo, Corral Blanco y Rojo (Fig. 11.D), los muros traseros de las estancias tendrían una alzado de 1’80 a 1’90 m, mientras que los interiores o delanteros su alzado no llegaría a 1’50-1’70 m, donde se abrirían los vanos a las estancias, con jambas careadas o monolíticas y un dintel mediante un rollizo de madera. No se ha constatado hasta la fecha la presencia de tejas, por lo que las cubiertas se configurarían, como en la alquería del Villar de Hoya Honda, del mismo modo.
Como en el caso del Villar de Hoya Honda, efectuaremos la descripción de los restos constructivos de oeste a este, siguiendo un orden que queda plasmado en la cartografía adjunta (Fig. 12) y tomando como elemento principal el patio en torno al cual se organizan las habitaciones rectangulares.
Fig. 12. A. Ortofotografía de La Graja con la topografía superpuesta.
B. Topografía del yacimiento de La Graja y numeración
de las unidades constructivas catalogadas.
Muro nº 1: Se trata de un conjunto de muros de gran longitud que se documentan en la zona noroccidental de la alquería y que parecen configurar una cerca que separaría la parte alta de la ladera, donde la vegetación silvestre sería más abundante, del interior de la alquería y las tierras cultivadas de la parte baja. Si bien no tienen la misma constitución y posiblemente sean de momentos y funciones diferentes, terminan con- figurando, como se puede apreciar en el plano general, una zona de paso, tránsito o entrada. Destaca el muro más septentrional tanto por su longitud, 190 m de largo, como por su morfología, al estar realizado con bloques grandes, regulares y perfectamente careados, con un espesor medio de 90 cm a 1 m de ancho y una altura actual entre 0’20 cm y 0’50 cm. En principio parecía ser un muro de separación entre la zona de cultivo, una pequeña vaguada, y la alquería, pero tanto en la fotografía de 1957 como en la actualidad se separa unos 5 m de la misma. Su presencia ha favorecido el crecimiento de encinas y coscoja, ocultándolo casi por completo, pero su desarrollo se sigue perfectamente. No presenta conexiones o arranque de otras estructuras y solo en su extremo oriental se aprecia un muro similar que discurre de norte a sur que queda interrumpido por el bancal al norte y sobresale hasta el camino actual por el sur. En su ex- tremo occidental se aproxima a otros muros de similares características. En el caso del muro meridional la superficie delimitada, de tendencia rectangular podría interpretarse como un gran corral de ganado, a modo de dehesa de bueyes o ganado equino, sin que por el momento se puedan efectuar mayores precisiones.
Casa nº 2: Se emplaza junto al posible corral descrito con anterioridad, entre el actual camino que destruyó el muro meridional y los corra- les occidentales actuales, quedando asilado del resto de la alquería por la explanación, que se efectúa hace unas décadas, de la parte oriental de los corrales. En la fotografía del vuelo de 1957 se aprecia que estaba contigua a casas que hoy han desaparecido y que han dejado apenas unas huellas de los muros que las configuraban (Casa nº 9). Se conserva los dos tercios del lado norte, posee una orientación más sureste que el resto y el muro norte presenta un quiebro que pudiera relacionarse con la ampliación de la casa. Posee una estancia rectangular en el ángulo noroeste y en el patio aflora la roca de la colina. Tiene 22 m de largo, por unos 15 m de ancho (330 m2) si bien su parte meridional fue destruida al construir el nuevo camino.
Casa nº 3: Se trata de una construcción simple de planta rectangular, de 10 m de largo por 4 m de ancho, aislada respecto al resto y orientada de norte a sur.
Casa nº 4: Situada entre la casa nº 3 y la nº 5, se trata de una construcción rectangular de 10 m de largo por 4 m de ancho, constituida por dos estancias, de un tamaño similar, sin construcciones anexas y orientada como la mayoría de noroeste a sureste.
Casa nº 5: Se trata de una construcción de planta de tendencia cuadrangular, de 20 por 20 m de lado, configurada a partir de un corral o patio, que dispone de una crujía en el lado norte que configura dos estancias, la noroccidental algo más pequeña que la contigua. En el patio se aprecian los restos de lo que pudo ser un andén o que antecede a las estancias y se extiende por el lado oriental, pero por el escaso derrumbe generado no parece que se trate de una crujía completa, sino más bien un espacio porticado, cubierto pero abierto al exterior. En la parte trasera se adosa un corral de planta rectangular de 45 m de largo y 24 m de ancho, con unos muros formando un retranqueo que apuntan a una construcción posterior a la configuración de las casas nº 5, 6 y 7, con la que terminaría configurando una manzana
Casa nº 6: Se trata de una construcción de planta cuadrangular, de
18 por 18 m de lado, formada por un patio central y dos crujías, una en el lado norte y otra en el lado sur, sin que se atisben muros de separación en el interior. Por el lado este se le adosa la casa nº 7 y por el oeste arranca un muro que termina cerrando un espacio a modo de corral con los muros de las casas 5 y 7.
Casa nº 7: En la actualidad se aprecia una edificación de planta de tendencia cuadrangular de unos 18 por 18 m de lado que posee una crujía de dos estancias en la cara norte, de similares dimensiones y el patio, en el lado sur, dividido en dos partes por un muro central, apuntando a una división posterior a la configuración de la casa. Como ya se ha ex- puesto, de su ángulo nororiental parte un muro que sirve para cerrar un espacio a modo de corral en la parte norte de la edificación, junto con la trasera de la casa nº 6 y el lateral de la casa nº 5. Este muro a su vez parece configurar por su cara exterior el lateral de una zona de paso, que quedaría configurada con la construcción nº 13 y daría paso a partir del viejo camino que aun hoy se percibe en el terreno y especialmente en la fotografía aérea.
Casa nº 8: Situada al sur de la nº 5, dejando entre ambas una zona de paso que sería el eje central de la alquería, posee una planta de tendencia rectangular, algo trapezoidal, de 18 por 18 m de lado, con un patio o corral central y dos crujías, una en la cara norte, de una sola estancia y otra en la cara oeste, con dos estancias de unas dimensiones similares. Al exterior, y partiendo de la cara norte, arranca un muro que parece configurar un corral, que se vio afectado por la explanación del entorno del actual corral occidental de La Graja, por lo que solo parece conservarse un lado.
Casa nº 9: En la fotografía aérea de 1957 se aprecia como las casas llegaban hasta el pozo y el corral oriental de la Graja, pero la construcción de camino actual y sobre todo la modificación del corral, ampliando algunas de sus naves y trasformando su configuración tradicional, conllevó la explanación y destrucción de las estructuras en un radio de 80 m, en especial hacia el este del corral. De los allí existente tan solo queda restos de la cimentación de los muros, en contacto con la base geológica, que parecen responder a al menos una casa, que tendría las mismas características que las descritas para el resto del yacimiento.
Casa nº 10: Configura con la casa nº 11 una manzana en el dado meridional del vial central de la alquería. Como las anteriores tiene una planta cuadrangular, de unos 18 por 20 m de lado (360 m2), con un patio central y crujías en tres lados, salvo el meridional, sin que actualmente sea posible establecer si se componen de una o más estancias. En la cara norte se adosa un recinto cuadrangular que parece ser un corral, estando muy desfigurado su muro occidental.
Casa nº 11: Adosada a la anterior, tiene unas características muy
similares, una planta cuadrangular, de 18 por 16 m de lado (288 m2), una sola crujía en el lado norte, configurada por dos estancias de similares dimensiones, lo que parece un cobertizo en el ángulo suroccidental, por el menor espesor y derrumbe de los muros y un corral rectangular adosado por el exterior a la cara norte (Fig. 13.E).
Fig. 13. La Graja. A. Vista de la Casa nº 31,
B. Vista de la Casa nº 19,
C. Vista de la Casa nº 18,
D. Vista de la Casa nº 16,
E. Vista de la Casa nº 11,
F. Vista de la Casa nº 14.
Casa nº 12: Se trata de una construcción de planta rectangular, de
16 por 4 m de ancho (64 m2), con un claro vano en la cara sur delimitado por dos jambas realizadas con sendos bloques de piedra. Parece que pudiera estar dividida en dos estancias, estando la menor emplazada al oeste. Se encuentra en el centro del área de tránsito de la zona de paso central de la alquería, por lo que sería anterior al uso de la misma o con una función muy singular.
Corral nº 13: Al lado norte de las viviendas nº 14 y 17, una serie de muros realizados con bloques de gran tamaño, dispuestos vertical- mente y rellenos con ripio en su interior, generan un espacio irregular que parece apuntar hacia un gran corral, tanto por la falta de derrumbes significativos en los muros, lo que podría apuntar a un realce mediante elementos vegetales como el espino, como por el hecho de no apreciarse muros de división interna. Dos de sus lados parten de la cara norte de las casas señaladas, interrumpiéndose en varios tramos, en especial por el viejo camino que discurría por el lado norte de la alquería.
Casa nº 14: Se trata de uno de los edificios mejor conservados, y quizás por sus características fuese uno de los dibujados en 1898 por P. Waltz. Tiene una planta cuadrangular de 22 m por 20 m de lado (430 m2), con un patio central, una crujía al norte configurada por dos estancias, una pequeña y otra de mayor tamaño, una crujía al oeste de una sola estancia, una pequeña estancia en el lado oriental y una al sur, que parece realizada ampliando por el exterior el espacio ya que el ángulo suroccidental queda sin edificar, quizás por la necesidad de dejar paso al tránsito que llega por el callejón configurado por la casa 7 y 12 y el corral nº 13. Esta crujía presenta una división interna en dos salas de similares dimensiones (Fig. 13.F).
Casa nº 15: Junto a la número 16 configuran una pequeña manzana al igual que hacían las nº 10 y 11. De planta cuadrangular se configura a partir de un patio central, con una crujía norte con dos estancias, una crujía este que solo se desarrolla a modo de estancia cuadrada, sin llegar a ocupar la totalidad de lateral, y una crujía sur que está en un plano inferior al desarrollarse sobre el escalón rocoso que genera el terreno, por lo que parece ser una ampliación hacia el exterior, como en el caso de la casa nº 14. El muro meridional se vio afectado por el camino bajo de la alquería que lleva en la actualidad al corral oriental de La Graja.
Casa nº 16: Como la anterior tiene una planta cuadrangular, de unos 20 m por 20 m de lado, con un patio central y dos crujías, una al norte y otra al este, configuradas por dos estancias de tamaño similar. Llama la atención que el ángulo noreste de la edificación no coincida, sino que genere un re- tranqueo fruto de fases diferentes en su construcción (Fig. 13.D).
Casa nº 17: Se trata de una casa cuya planta es de tendencia rectangular, pero sus muros poseen leves cambios de orientación, lo que le da un aspecto muy irregular. Tiene 22 m de largo por 18 de ancho y se constituye mediante un patio central y una estancia en el ángulo noroccidental. Posee una pequeña estancia adosada por el exterior en el lado occidental, que la une a la casa nº 14, generando lo que parece un zaguán. Por la cara exterior parte el muro oriental del corral nº 13 y en su ángulo noroccidental un pequeño muro que crea un corral en el lado norte.
Casa nº 18: Posiblemente, por el excelente grado de conservación sea otra de las que Waltz levantó un croquis. Se adosa a la nº 17 y junto con la nº 14 y la 19 forman una manzana de casas alineadas. Tiene uno de los tamaños más reducidos de las casas con varias crujías, con tan solo 18 por 16 m de lado (288 m2). Se configura a partir de un patio central, una crujía norte con tres estancias de dimensiones similares y una crujía sur de una sola estancia, al menos no es visible actualmente sus posibles compartimentaciones (Fig. 13.C).
Casa nº 19: Se constituye como la más oriental de conjunto, de planta cuadrangular de 18 por 18 m de lado, con un patio y una crujía norte con tres estancias, apreciándose en la más oriental un pozo, aljibe o silo excavado en la roca, hoy completamente cubierto de rocas y una enorme sabina (Fig. 13.B).
Casa nº 20: Actualmente la casa se encuentra en parte bajo el actual corral oriental de la Graja, lo que la ha afectado tanto en su lado oriental como meridional. Se constata claramente su planta cuadrangular, con un patio en el cual se dispone una crujía al norte con dos estancias de similares dimensiones, estando la tercera bajo el corral. El muro meridional ha desaparecido al ensancharse el camino y en el lado norte se abre un corral cuadrangular similar al de otras casas de la alquería.
Casa nº 21: Gran parte del edificio o se encuentra bajo el actual oriental de las Grajas o ha sido afectado por su construcción, del cual se conserva el corral adosado a su cara norte, el cual es una prolongación del corral de la casa nº 20. Ambos dejan un espacio de paso que separa la alineación septentrional de la central.
Casa nº 22: Se trata de una pequeña casa, de 18 por 14 m de lado (252 m2), configurada por un patio y una crujía en el lado norte, sin que se aprecien divisiones internas. Pose un amplio corral adosado que abarca parte de la zona norte, todo el lado oriental y parte del lado sur, quedando su lado occidental afectado por la construcción de corral actual. Del lado suroriental del corral parte un muro que termina unido con el corral de la casa nº 39, seguramente para configurar su corral.
Casa nº 23: Se trata de una pequeña edificación de planta única y
rectangular, de 10 m por 5 m (50 m2) emplazada en el sector nororiental de la alquería. Junto con la casa nº 24 son las únicas construcciones que quedaron en el lado norte del camino tradicional, hasta la construcción del actual.
Casa nº 24: Construcción configurada por un corral de planta cuadrangular, una crujía en el lado norte y otro corral en el lado norte, todos con similar anchura, si bien el corral norte con una diferente orientación, lo que le proporciona al conjunto una planta un tanto singular. Se encuentra asilado respecto al resto y posee una longitud de unos 28 m de largo por 9 m de ancho.
Casa nº 25: Se trata de una casa de planta cuadrangular, con una crujía al exterior y en el lado nororiental, de menor tamaño y un corral de planta irregular con dos claras entradas delimitadas por sendos bloques monolitos de piedra. El lado meridional se ha visto desmantelado por la circulación de maquinaria agrícola.
Casa nº 26: Edificio constituido por dos estancias de similar longitud y planta rectangular, asilado de las construcciones de su entorno y unas dimensiones de 16 m de largo por 4 de ancho (64 m2).
Casa nº 27: De la construcción se conserva su lado occidental, estando el oriental casi desaparecido por el tránsito de maquinaria agrícola. Posee una planta rectangular de 14 m de lado por 4 m de ancho. Se encuentra aislada respecto al resto de las construcciones del sector.
Casa nº 28: Edificación de planta rectangular, de 22 m de largo por
20 m de ancho (440 m2), configurada por un corral o patio y una crujía en el lado norte donde se atestiguan dos estancias de planta rectangular, siendo la oriental algo mayor que la occidental.
Casa nº 29: Edificación de una sola planta rectangular, de 18 m de lado por 4 m de ancho (72 m2). Se encuentra como las anteriores aislada las demás, pero alineada respecto a las crujías de las anteriores y posteriores.
Casa nº 30: Construcción de una planta rectangular, donde no se
aprecian divisiones internas, pero con un claro vano de acceso casi en el ángulo suroriental de la construcción, delimitado por jambas realizadas con grandes bloques de piedra. Posee 18 m de largo por 4 m de ancho.
Casa nº 31: Se trata de una construcción de planta de tendencia cuadrangular, de 18 por 18 m de lado, configurada mediante un patio con una crujía al norte, que a su vez se subdivide en dos estancias, la menor en el ángulo noroccidental y la mayor en el nororiental (Fig. 13.A).
Casa nº 32: Situada en la alineación más meridional, al sur del viejo camino que se ha utilizado para acceder al corral oriental de La Graja, se aprecian una serie de edificaciones que se han visto afecta- das por el tránsito de maquinara por le camino, la rotulación de los márgenes de los bancales y el crecimiento de la vegetación, por lo que resulta difícil de establecer si estamos ante una o varias casas adosadas entre sí, por lo que la describiremos como si se tratara de una sola, sin descartar que con la excavación de la misma se perfilen claras diferenciaciones.
Tiene en la actualidad una planta rectangular, de 44 m de lado por 28 m de lado. Se aprecia claramente un patio central, y cuatro crujías a cada lado. La norte, delimitada entre el camino y el muro sur, parece estar dividida en varias estancias, si bien la vegetación no las permite determinar con precisión. La oeste parece configurar tres espacios, mientras que en la sur se atisban tanto salas al interior como al exterior, estas últimas pudieran pertenecer a casas que han desaparecido por la expansión de los cultivos, algo que podría explicar que el silo nº 43 quede hoy en día en los márgenes
exteriores de la alquería, algo que no resulta habitual. En el lado oriental se aprecian espacios similares a los del lado occidental y en el centro una estancia rectangular cuyo lado sur ha quedado oculto por la vegetación.
Casa nº 33: Se trata de una casa de planta cuadrangular, de 16 por
18 m de lado (288 m2), cuyo muro norte se encuentra en parte perdido por la ampliación del camino y el tránsito de maquinaria agrícola. Se constituye a partir de un patio y una crujía norte con dos estancias.
Casa nº 34: Adosada a la anterior posee las mismas características y afecciones, estando el muro meridional algo más desmantelado. Posee un patio o corral y una crujía norte con dos estancias.
Casa nº 35: Se trata de una construcción que posee un patio en cuyo lado norte hay una crujía con una sola estancia y en el lado occidental una estancia de planta rectangular que no llega a unirse con la anterior. Posee un fuerte desnivel desde la parte superior a la interior, aprovechando el afloramiento de los estratos rocosos, por lo que no sería de extrañar que tuviera una composición más compleja, en especial en el lado sur, por donde se une a la casa nº 36.
Casa nº 36: Emplazada al sur de la anterior posee una planta cuadrangular, de 16 m de lado por 18 m de ancho (288 m2) con un patio y dos crujías, una al norte y otra al oeste, sin que se pueda apreciar las divisiones internas.
Casa nº 37: Se trata de una construcción que se ha visto afectada
por el tránsito de tractores desde los bancales a los corrales, lo cual le ha terminado por desmantelar el lateral oriental, desfigurando un tanto la construcción. Se aprecia claramente el patio y las crujías norte y oeste, esta última con peor definición.
Casa nº 38: En la actualidad se trata de una construcción asilada, cuya parte norte ha quedado oculta por el amontonamiento de escombros, procedentes de reformas recientes en el corral oriental de La Graja. Se configura a partir de un patio, una crujía norte con dos estancias y una en el lado occidental, adosada al interior del muro, que presenta un recorrido curvilíneo que parece fue el origen de una entrada a la alquería ampliada posteriormente por la maquinaría agrícola que termino por afectar a la casa nº 37.
Casa nº 39: Edificación de planta cuadrangular, algo trapezoidal, de
18 por 18 m de lado (324 m2), emplaza en una zona de desnivel que aprovecha el afloramiento de estratos rocosos, de modo que el patio se desarrolla en la parte baja y la crujía en la parte alta, sobre la roca. Se aprecia claramente la entrada al corral por el ángulo suroriental, delimitado por sendos bloques de piedra.
Casa nº 40: Posiblemente se trate de dos casas, con patio y sendas crujías al norte y al oeste, escalonadas en función de los afloramientos rocosos. Todo su ángulo nororiental se ha visto afectado por el tránsito de maquina- ria agrícola, al igual que el ángulo suroccidental, afectada por la apertura para el cultivo a costa de los restos de vegetación y tierras baldías.
Casa nº 41: Se trata de la casa más suroriental de la alquería, muy
próxima a los bancales de cultivo, por lo que se ha visto afectada en su lado nororiental por las tareas agrícolas y el tránsito de maquinaria. Posee una planta rectangular de 18 por 22 m de lado, configurada por un patio o corral, con una crujía en el lado norte de una sola nave rectangular y un patio o corral anexo por el lado oriental de menores dimensiones.
Casa nº 42: La ampliación de la superficie cultivable, especialmente con la implantación de la maquinaria agrícola ha destruido una serie de casas, de las cuales tan solo se aprecian algunos muros, en concreto el ángulo nororiental de una de ellas. En la fotografía aérea de 1957 se aprecia esta rotulación de tierras, que con el paso del tiempo se ha abandonado por falta de productividad.
Silo nº 43: El paso de un tractor al maniobrar en los márgenes de un bancal a finales de los años sesenta, puso al descubierto un silo excavado en el sustrato geológico, con una boca circular de 85 cm de radio, una sección acampanada, con mayor diámetro en la base. Con el paso de los años se ha cubierto de tierra, escombro y vegetación. Actualmente queda en el margen suroccidental de la alquería, pero todo parece apuntar que en su día estuvo en el interior de una vivienda que ha desaparecido al ampliar la superficie cultivable de la zona.
Corral nº 44: Se trata del corral oriental de La Graja, de planta cuadrangular 38 por 28 m de lado, con un patio central, tres crujías al norte, oeste y este, con un horno y un corral en la cara exterior del lado este. Actualmente se encuentra en parte semiabandonado, y en el mismo se han efectuado algunas reformas que han supuesto la acumulación de escombros en la parte baja del corral, sobre la casa nº 38.
Pozo nº 45: Pozo artificial junto al corral occidental, que en la actualidad, como en el pasado, ha suministrado de agua a la alquería. Actualmente el pozo, el abrevadero de ganado y la caseta para el motor de extracción han sido reformados, pero sobre la edificación antigua (Fig. 11.A).
Corral nº 46: El corral occidental de La Graja presenta importantes
transformaciones respecto a la planta que se aprecia en la fotografía de
1957, donde era un corral de planta cuadrada con patrio central, crujías en todos los lados excepto el sur y una crujía anexa a la cara exterior del lado occidental. En las últimas décadas se ha transformado para guardar
ganado, añadiendo una nave y un corral, cambiando cubiertas y reformando alguna pared.
4.2. Análisis constructivo.
La alquería de La Graja se emplaza en la parte baja del pie de monte de una elevación orográfica, a unos 70 m de desnivel sobre el fondo del valle, lo que le proporciona una amplia visibilidad, que le permite la explotación agropecuaria de las zonas de cultivo y el monte bajo residual. Dado que en la climatología de la zona predominan los vientos de norte y noroeste, el emplazamiento busca una cierta protección de los mismos, para lo cual las construcciones se orientan mayoritariamente al sureste.
Las construcciones de La Graja poseen una cierta organización espacial, se disponen en alineaciones que sin tener una configuración de tipo urbano, presentan las fachadas o las traseras perfectamente alinea- das y las que se construyen con posterioridad mantienen una cierta orientación. Estas alienaciones se configuran a partir de las curvas de nivel, lo que proporciona un aspecto de escalonamiento, de lo que resultan unas zonas de tránsito a modo de viales que le dan al conjunto una cierta coherencia de circulación. Dentro de las alineaciones las casas se agrupan en número de dos o tres unidades, a modo de manzanas, pero sin llegar a alcanzar el grado de organización de un espacio urbano. De forma un tanto aleatoria, pero claramente intencionada, se crean espacios abiertos en donde no se construye o donde existe una edificación de reducidas dimensiones que puede ocupar el centro del área abierta (Fig. 12).
Fig. 12. A. Ortofotografía de La Graja con la topografía superpuesta.
B. Topografía del yacimiento de La Graja y numeración
de las unidades constructivas catalogadas.
Las construcciones son mayoritariamente de planta rectangular, de una, dos, tres o varias estancias. Las de un solo espacio siempre están aisladas, sin construcciones anexas. Las de dos pueden estar solas o con un corral o patio anexo y las de tres o más espacios se organizan a partir de un corral o patio central, con una crujía en el lado norte, que es la más habitual, seguida por una crujía al oeste y en menor medida la crujía este. Es muy poco frecuente la crujía sur, salvo por crecimiento, compartimentación o anexión de viviendas. Las plantas tienen tendencia hacia el cuadrado, frente a las rectangulares del Villar de Hoya Honda.
;En todos los casos los vanos de acceso, tanto a las casas como a las diferentes estancias se oriental al sur, salvo en las crujías laterales, intentando, al igual que toda la construcción, resguardarse de los vientos dominantes. Son muy escasos los vanos atestiguados en otra dirección y los que se han documentado se emplazan en el ángulo suroriental. Los patio-corral en el caso del Villar de Hoya Honda forman un todo con el resto de las estancias, salvo en un caso, que posee un corral adosado por la cara norte (Casa nº 3), mientras que en La Graja casi todas las casas con estructura compleja poseen un corral asociado, en ocasiones de forma individual y en otras compartido por varias casas.
Con casi toda probabilidad la alquería tiene una cerca exterior, bien en su totalidad, configurado como un muro independiente o a tramos que se unen con los corrales y casas. También pueden tener un desarrollo parcial, uniendo varios corrales o la zona más expuesta y de menor visibilidad. En cualquier caso permitiría a sus moradores el resguardo del ganado y personas de lobos, constados hasta mediados del siglo XIX (Madoz, 1845; Muñoz-Cobo, Azorit, Calvo y Carrasco, 2004: 255), perros asilvestrados, zorros, etc.
El abastecimiento hídrico de la alquería, tanto para personas como animales procede de pozos que han perdurado hasta la actualidad, lo que explicaría el continuado uso del lugar como espacio de resguardo y cría de ganados locales.
Parece evidente la existencia de una evolución constructiva a lo largo del tiempo, tanto a nivel de las viviendas como del conjunto de la alquería, pero con los datos que podemos manejar en la actualidad dicha suposición no pasa de ser una mera especulación.
En La Graja, el núcleo más compartimentado, agrupado y regular lo constituye la parte central de alquería, pudiendo ser más recientes la alineación meridional y las estructuras simples y perimetrales.
5. CULTURA MATERIAL.
El denominador común de este tipo de yacimientos es el escaso material arqueológico que aportan las prospecciones, bien por tratarse de grupos humanos con un escaso bagaje material, estar los yacimientos afortunadamente intactos, su corto desarrollo temporal o posiblemente por una combinación de todos los factores anteriormente señalados.
Fig. 9. Cerámicas del Villar de Hoya Honda. 1, 2, y 4 marmita, 3 jarrita, 5 jarra, 6 cazuela y 7 alcadafe
Hasta la fecha tan solo hemos podido registrar en el Villar de Hoya Honda 19 fragmentos cerámicos con formas identificables (Fig. 9) mientras que en La Graja se han inventariado 26 (Fig. 14). Las formas más significativas son las marmitas u ollas, cuya principal característica es la de tener el cuello o el hombro estriado, algo que va a ser característico del poblamiento rural en las alquerías de la zona. En todos los casos las pastas tienen desengrasantes minerales de pequeño y mediano tamaño, cocciones reductoras y tratamientos de las superficies espatulados y engobados, que en el caso de los primeros suponen un desplazamiento de los desengrasantes de mayor tamaño que deja un surco o raspado en toda la pieza.
Fig. 14. Cerámicas de La Graja. 1-4 y 6 marmita, 5 jarra y 7 tapadera
Le sigue en número el grupo de las jarras, bien a través de los bordes, de los fondos planos y especialmente de las asas, con secciones ova- ladas o con un nervio muy marcado en la cara exterior. Con un solo ejemplar aparece un borde de cazuela, un fragmento de lo que parece ser una tapadera y un borde de un anafe, característico por su borde plano, el grosor de sus paredes y la inclinación de las mismas.
Pese a lo escaso de la muestra el conjunto es claramente islámico, sin precisión cronológica concreta, si bien las ollas de cuello estriado y muy marcado, aparecen en otros yacimientos con cerámica vidriada, especialmente ataifores en verde claro, azul, verde oscuro y melado con decoración de alcafoll, que apuntan hacia un periodo amplio que se situaría entre el siglo XII y los inicios del siglo XIII (Simón, 2010: 201), si seguimos las adscripciones cronológicas para este tipo de piezas, y en concreto en relación a las producciones tanto de Denia como de Murcia. Cabe la posibilidad de que algún fragmento pueda ser de época cristiana, especialmente el borde melado, que quizás llegue hasta el lugar una vez este ha sido abandonado, pudiendo estar en relación con las tareas agrícolas o ganaderas de la zona.
Como se puede apreciar el escaso conjunto cerámico apunta hacia formas básicas en un grupo humano agropastoril, las ollas, la tapadera y el anafe en relación las actividades relacionadas con la cocina y el fuego y las jarras con el transporte y almacenamiento de agua. Quizás alguna de las asas pudiera pertenecer a alguna tinaja, que junto con los silos, serviría para guardar el grano y los alimentos.
6. CONCLUSIONES
Por el momento la arqueología medieval en las tierras de albaceteñas sigue siendo un espacio muy desconocido. Solo puntuales proyectos, como el desarrollado en el Tolmo de Minateda, bajo la dirección de un amplio equipo de la Universidad de Alicante y el Museo de Albacete (Abad, Sanz y Gutiérrez, 1998; Abad, Gamo, Gutiérrez, 2004, Abad, Cánovas, Gamo y Gutiérrez, 2012), los trabajos sobre el yacimiento de la Cueva de los Infiernos de Liétor (Navarro y Robles, 1996) y su comarca (Navarro 1993, 1995 y 1998) o investigaciones puntuales (Simón, 2011), entre otras, empiezan a exponer un proceso histórico mas complejo y particular que el conocido hasta la fecha, siendo significativo que los trabajos sobre la arqueología medieval en Castilla-La Mancha sean mucho mas intensos en Toledo o Ciudad Real y en menor medida en Cuenca y Guadalajara (Izquierdo, 1985 y 2002). En la zona levantina las investigaciones se han centrado en el entorno de la ciudad de Valencia, Alicante o Murcia, en el caso de Andalucía los trabajos más próximos al área de estudio los encontramos en Almería y las tierras de Jaén, en especial la zona meridional de la Sierra de Cazola, quedando las tierras de Albacete en un incógnito limes difícil de precisar, inclusive para momentos y territorios tan estudiados como el de la Cora de Tudmir (Vallvé Bermejo, 1972 y Gutiérrez Lloret, 1996).
Frente al mundo urbano islámico, centro de múltiples estudios y análisis desde sus diferentes aspectos, el mundo rural y en concreto el de las alquerías, ha sido objeto de un escaso interés, tanto si hablamos de intervenciones arqueológicas como de estudios documenta- les, quizás por su escasa presencia en las fuentes escritas. Es por ello que el pequeño y parcial registro documentado tanto en el Villar de Hoya Honda como en La Graja haga aún más dificultosa la comparación entre las alquerías objeto del presente estudio y las publicadas hasta la fecha.
Por sus características y proximidad geográfica, las más cercanas son la alquería emiral del Cerro de Peñaflor, en Jaén (Salvatierra, Castillo y Pérez, 1992: 326 y Salvatierra y Castillo 1995: 11) y el ḥiṣn de la misma época de la Majada de las Vacas y la alquería de Jolopos, en Granada (Bertrand y Sánchez, 2002; Bertrand, Cressier, Malpica y Roselló 1990; Bertrand, Sánchez y Garrido, 1998 y 1999). Si bien las alquerías del presente estudio tienen rasgos similares a las jienenses y granadinas, como una organización un tanto aleatoria y unas estructuras organizadas en torno a un patio central, por otro lado poseen diferencias sustanciales, como su alineamiento longitudinal o los espacios sin edificaciones en el centro de la alquería, algo común entre las de la zona albacetense. Esto quizás se deba a cuestiones cronológicas, a diferentes estructuras étnicas o a condicionantes geográficos con una evolución regional con particularidades propias.
Si algo viene quedando patente a lo largo de las últimas décadas mediante la investigación arqueológica es que la ganadería, en especial de ovejas y cabras, a la que se le suma el vacuno y el ganado de tiro, como caballos, mulas y burros, es el principal recurso económico de las poblaciones preindustriales de Albacete, circunstancia que se remonta a la Edad del Bronce (Hernández, López y Simón, 1994) y se ha mantenido hasta la mitad del siglo XX, pasando por el mundo clásico (Saz Gamo, 1997, Gamo,
1999) y las sociedades medievales y modernas (Pretel Marín, 1992). Esto
no significa que no se dé una agricultura de secano esencialmente mediterránea, basada en los cultivos rotativos con base en los cereales y leguminosas, junto a la vid y el olivo, y cultivos hortícolas y frutales en las reducidas vegas de arroyuelos y barrancos, especialmente en el sector meridional de la provincia. Como complemento se ha mantenido la secular explotación silvícola y cinegética, tanto de caza menor como mayor.
Pero si alguna actividad agropecuaria era capaz de generar excedentes con una baja densidad poblacional y apenas mano de obra, inca- paz por su número de efectivos de efectuar transformaciones significativas del territorio, como la rotura y apertura de nuevas tierras de cultivo o infraestructuras hidráulicas capaces de modificar las condiciones natura- les, esa es la ganadería extensiva, tanto para la producción de bienes primarios, como la carne, como secundarios, especialmente la lana, que su- ministra materia prima a los talleres de hilatura de la zona citados en las fuentes (al-Idrisi, Ed. Mizal, 1989), el cuero y los derivados lácteos, como el queso. Para ello las características climáticas, y por lo tanto medioambientales de la zona, que generan un paisaje con una vegetación concreta, resulta muy apta para el desarrollo de pasto allí donde la baja densidad poblacional permite la existencia de amplios espacios para unos largos recorridos del ganado, lo suficientemente extensos como para permitir una regeneración periódica de la vegetación silvestre.
Fig. 15. A. Distribución de los yacimientos islámicos en las comarcas del
Corredor de Almansa y Chinchilla (Simón, 2010).
Es en este marco en el cual la prospección arqueológica del territorio empieza a proporcionar resultados sobre el poblamiento islámico. Los trabajos de campo nos permitieron localizar toda una serie de yacimientos relacionados con la ocupación islámica de la zona (Fig. 15.A), pero con un patrón de asentamiento muy diferente al documentado y estudiado en las fértiles vegas de la fachada mediterránea o meridional de la península ibérica, esencialmente por tener unas bases económicas diferentes.
Uno de los primeros datos que se deducen de la distribución de los yacimientos, al menos en el sector oriental de la provincia de Albacete, es la relación que poseen con las vías ganaderas, circunstancia que se consolidara a partir de la conquista cristiana de la zona, momento en el que las cañadas, veredas o coladas quedarán configuradas tal y como las conocemos. Muchas de ellas parecen tener una configuración previa a ese momento, bien como tramos locales, comarcales o regionales, que en un momento posterior a la conquista y bajo la regulación de estado, en este caso el castellano, terminan por unir los tramos de una forma más concreta en lo que posteriormente conoceremos como Cañada Real de los Serramos (Diago Hernando, 2002). A su vez estas vías discurren por zonas donde el paisaje y la explotación secular del mismo han sido un referente ganadero, tanto para cabañas locales o trasterminantes como para ganados trashumantes de media y larga distancia. De este modo el poblamiento islámico del territorio se configurara entorno a asentamientos ganaderos y agrícolas sitos junto a vías de comunicación, con Chinchilla (Šintiŷŷāla/ Šantiŷŷāla) como madina de un iqlím que articulará el territorio oriental de Albacete, donde pequeñas aldeas o buldán (Pacheco, 1984: 14; Mones,
1957: 81) como Almansa, al-manşaf “la mitad del camino”, terminarán configurándose como un ḥiṣn, con una similar orientación agropecuaria y rutera, pero con un tamaño mucho menor y sobre todo una posición encastillada, junto a un elevado número de qarya o alquerías, distribuidas por el territorio o ‘amal, especialmente a partir de los límites del interland de estos núcleos urbanos o semiurbanos, pero dentro de su jurisdicción administrativa (Molina, 1972, 1981, Vallvé, 1969 y 1972, Souto, 2011).
Un factor determinante en la elección de los asentamientos desde la Prehistoria Reciente ha sido el abastecimiento de agua dulce, mediante manantiales o pozos, complementados por el secular uso de aljibes, atestiguados en yacimientos desde la Edad del Bronce, como el Cerro El Cuchillo en Almansa (Hernández Pérez, M.S.; López, J.A. y Simón García, J.L. 1994), poblados ibéricos como el Castellar de Meca de Ayora (Bron- cano, 1986) y la mayoría de las fortificaciones medievales de la provincia (Simón, 2011). Núcleos urbanos enteros como Chinchilla (Pretel, 1992) dependerán de este tipo de abastecimiento durante décadas, por lo que proliferaran oficios relacionados con el traslado del agua, como los azacanes, siendo todavía hoy una solución muy común en las aldeas y casas de campo.
Este escaso recurso se torna crítico especialmente en estío, en una tierras donde muchos, por no decir la mayoría de los acuíferos tienen unas características salobres, beneficiosas en ocasiones para la extracción de sal y de forma puntual para aportarle al ganado los minerales para su alimentación9. Su importancia para la supervivencia de las cabe- zas de ganado es tal que sus rutas y movimientos se planifican en función de los puntos de avituallamiento para abrevar.
El paisaje albaceteño ha cambiado sustancialmente en la última
centuria, especialmente por la ampliación de la superficie de las tierras cultivadas pese a sus bajos rendimientos mediante el empleo maquinaria. Esto es apreciable efectuando un análisis comparativo de los datos de catastros (Ensenada 1750 y 1754), censos, diccionarios geográficos (Madoz 1845), cartografía de finales del siglo XIX del Instituto Geográfico Nacional y el Vuelo Americano de 1957, donde podemos apreciar un retroceso de la vegetación del monte, tanto del bosque mediterráneo de encinas y coscoja, como de las tierras de pasto, espartizales y zonas de barbecho, y una extinción de recurso silvícolas como la caza mayor, junto con el lobo y otras especies propias de este tipo de hábitats. Sin embargo, aún hoy en día es posible apreciar las bases económicas que sostuvieron a las poblaciones agropecuarias de la zona durante centurias.
A nivel agrícola las tierras solo son aptas, inclusive hoy en día, para el cultivo rotativo de cereales y leguminosas, y el ámbito de regadío se limita al fondo de alguna estrecha vega o barranquera, protegida de los vientos dominantes, limitando su producción al autoabastecimiento de la comunidad.
B. Propuesta de reconstrucción de viviendas rurales de
la Castilla del siglo XV (Sánchez del Barrio, 1989).
Es muy posible, tanto por los paralelos arqueológicos como los etnográficos (Sánchez Barrio, 1989: 133) (Fig. 15.B) que en la construcción de viviendas y corrales de las alquerías se emplease la piedra caliza de la zona, desde la cimentación hasta la cubierta, extraída del sustrato rocoso que aflora en sus proximidades, llegando en ocasiones a permitir la nivelación o la construcción de lo que posteriormente pudieron servir como aljibes o lavajos. La roca se extrajo en grandes bloques para los ángulos de las edificaciones, umbrales, jambas y dinteles, sin apenas desbastar y trabando las hiladas con mortero de tierra con una escasa adicción de cal o ceniza. Posiblemente carecieron de huecos a modo de ventanas, siendo la puerta el único vano abierto. La cubierta de vigas de madera y vegetación posibilita, al tiempo que impermeabiliza, la salida de humos, al tiempo que la falta de definición concreta de un espacio para cocinar hace innecesario la construcción de chimeneas. El suelo sería de tierra batida apelmazada con cal, pudiendo existir algún enlosado para tareas concretas o la conservación de alimentos.
La planta y distribución de las viviendas es muy similar en ambos casos. Se organizan a partir de un espacio central y abierto con una función polivalente, en primer lugar de patio distribuyendo el acceso a las estancias perimetrales y en segundo lugar de corral para la custodia del ganado familiar. Esta función ganadera queda mejor articulada en el caso de La Graja, donde la mayoría de las viviendas con una organización pluriespacial cuenta con un corral adosado en la cara norte, con mayor capacidad que el corral o patio interior, permitiendo a este último unos usos más propios de distribuidor, mejorando de este modo la calidad de la vivienda para sus moradores.
Con excepción de las viviendas de uno o dos espacios, normalmente de planta rectangular, las que cuentan con patio-corral disponen siempre de una crujía en el lado norte, circunstancia que permite proteger el espacio abierto al disponer de un muro trasero de mayor altura. La cubierta en todos los casos sería a una sola agua y los vanos están abiertos en la cara sur de las estancias. De forma mayoritaria la crujía ocupa la totalidad de la longitud de la vivienda, apreciándose en algunos casos los muros que dividen en dos o tres ambientes el espacio interno. En menor medida aparecen crujías en el lado oeste y este, normalmente con un solo ambiente y excepcionalmente en el sur, fruto de ampliaciones de la estructura inicial o el adosamiento de otras viviendas posteriores.
En ambos casos las casas se agrupan formando algo parecido a una manzana, si bien su carácter rural, donde el espacio no está constreñido y los espacios de tránsito surgen con una organización muy básica, debiéndose de matizar el concepto de “calle”, algo que se aprecian claramente en el caso de Hoya Honda, quizás por el menor tamaño de la alquería. En el caso de La Graja las agrupaciones terminan formando tres grandes alienaciones, siguiendo las curvas de nivel, entre las que se generan unas vías de circulación con características muy genéricas. Surgen espacios abiertos, a modo de “plazas” sin forma regular, pero claramente definidos, que seguramente jugaron un determinado papel para la comunidad, punto de encuentro, oración, etc.
La falta de excavaciones impide precisar la existencia de edificios con una funcionalidad concreta, como oratorios, mezquitas o musalla, o determinar el papel de las edificaciones de un solo ambiente, que en los dos casos de estudio se generan en el entorno periférico del asentamiento. Parece que de forma total o parcial existen cercas perimetrales, que al igual que los corrales tenían un sobrealzado del muro mediante elementos vegetales, especialmente espino, algo que ha sido muy habitual hasta fechas recientes. No sería extraño encontrar algún aljibe abierto en la roca, con funciones similares a la de los calderones naturales, donde se recoja el agua de lluvia para el ganado, como forma suplementaria a los abrevaderos alimentados por los pozos. Por el momento no se tienen datos de las necrópolis o maqbaras, que sin lugar a dudas debe de estar en la zona, bien de forma asilada o junto a una mezquita rural, tal y como ocurre en las alquerías de Tossal de l’Almisserá, Foietes d’Alt, y L’Alfarella (Finestrat, Alicante) (Gutiérrez y Grau, 2013) o la alquería de Puentes (Lorca, Murcia) (Pujante, 2005: 525).
Como ya señalamos la cultura material documentada hasta la fecha es muy escasa, bien por lo exiguo del bagaje de sus moradores o por el buen estado de conservación de los mismos, limitándose mayoritaria- mente en ambos casos a un conjunto ergológico relacionado con el fuego y la cocción, como ollas de cuello estriado, cazuelas y marmitas. En segundo lugar están los jarros para contener líquidos, con jarras y jarritas. En el primer caso destacan las pastas bizcochadas con tratamientos de espatulado y cocción reductora, donde el cuello decorado por incisiones paralelas es el motivo principal, llegando a convertirse en la comarca en un motivo identificativo de la adscripción cultural de los yacimientos. Por su sencillez y amplio desarrollo cronológico no es posible efectuar una adscripción cronológica concreta dentro del mundo de la arqueología islámica, pero por sus características y su relación en otros yacimientos de la comarca, esencialmente con cerámicas decoradas en verde y manganeso de tradición califal y el melado con alcafoll de una mayor amplitud temporal, se situarían de forma provisional entre los inicios de las taifas, siglo XI, y el mundo almohade, finales del siglo XII. Seguramente en ambos yacimientos se produce un cierto desarrollo cronológico, con mayor probabilidad en el caso de La Graja, donde su tamaño y ciertas agrupaciones constructivas, fruto de sucesivas ampliaciones, pueden abarcar la totalidad del ámbito cronológico propuesto, sin descartar unos orígenes más antiguos y una prolongación algo mayor, que futuras excavaciones podrán determinar con mayor precisión.
La escasez de fuentes no permite mas que apuntar la posibilidad de que los moradores de estos yacimientos pertenezcan a grupos familiares vinculados a un determinado clan tribal, seguramente poblaciones bereberes de origen norteafricano que se asentaron por las tierras interiores de al-Andalus, identificadas de una forma más concreta en territorios como Cuenca, con los Banu Di l-Nun (Chavarría, 2011: 75). A favor de dicha adscripción iría el hecho de ser asentamientos ex novo, sin antecedentes en las poblaciones hispanorromanas islamizadas y algunos topónimos de la zona, como el muy cercano de Giravalencia, Yabal Balansiya, en el extremo del conjunto montañoso de Molatón y frente al Malefatón. Pero sin lugar a dudas estas alquerías estarían dentro del iqlîm de Šintiŷŷāla/Šantiŷŷāla, es decir, Chinchilla, descrita por al-‘Udri en la primera mitad del siglo XI como la madina e iqlim mas septentrional de la cora o provincia de Tudmir (Pacheco Paniagua, 1984), algo que se mantendrá hasta el siglo XIX, cuando el término de Higueruela y los de sus entorno se segreguen del alfoz de la ciudad de Chinchilla.
La medina de Chinchilla debió de estar perfectamente consolidada a partir del califato, como lo muestra el hecho que varios eruditos de fina- les del siglo X e inicios del siglo XI posean el gentilicio de la ciudad en la nisba geográfica de sus nombres (Chavarría, 2011: 156), por lo que no es de extrañar que la señalada pujanza económica de la ciudad se sustente en primer lugar en su posición estratégica como punto clave en las rutas que unen Toledo con Cartagena. En segundo lugar la producción agropecuaria, especialmente de las huertas señaladas por al-‘Udri, desarrolladas en lo que hoy sería la vega ente los cerros de San Blas y San Cristóbal, y en tercer lugar las manufacturas de la lana, en concreto sus “famosos tapices” descritos por al-Idrisi en la primera mitad del siglo XII y que sucesivos recopiladores seguirán citando a lo largo del tiempo, como Yaqut al-Hamawi en los inicios del siglo XIII y al-Himyari en el siglo XV, siendo la base de la economía de la ciudad en época cristiana, al menos durante toda la Baja Edad Media (Pretel, 1992).
Serían las alquerías de su iqlîm y en especial su actividad ganadera, la que proporcionaría la lana necesaria, sustentando los talleres de tapices de la medina, además de proporcionar tintes naturales tan preciados como la grana10, muy abundante en el tipo de bosque mediterráneo de la zona.
Las características generales de los yacimientos objeto del presente
estudio, pese a estar de momento sin excavar, encuentran múltiples similitudes con yacimientos rurales de época andalusí, en especial con algunas alquerías igualmente ganaderas, como la jienense de época emiral del Cerro de Peñaflor (Salvatierra y Castillo, 1992: 153 y 1995: 11) situada en lo alto de un cerro y con una cronología entre finales del siglo IX e inicios del siglo X, anterior, según sus investigadores, a las campañas de ‘Abd al- Rahman III. El asentamiento posee una filiación beréber, donde se dan estructuras de familia amplia y por lo tanto construcciones de amplios patios con crujías para la morada de sus residentes. Su orientación ganadera queda plasmada en las construcciones usadas como rediles, algunos de ellos cubiertos para soportar el invierno, algo que pudo darse también en las alquerías de Higueruela.
Igualmente encontramos ciertos paralelos con qarya califal-taifa de Jolopos, en Granada (Bertrand y Sánchez, 2002: 145; Bertrand, Cressier, Malpica y Roselló 1990: 209; Bertrand, Sánchez y Garrido, 1998: 56 y 1999: 32) especialmente en la alquería. Los estudios efectuados de las intervenciones arqueológicas apuntan hacia una economía “silvopastoril” y una actividad siderúrgica atestiguada por varios talleres o herrerías. Sobre el componente étnico parecen existir diferencias relacionadas con la actividad económica principal. Así la ganadería estaría relacionada con poblaciones cuyo hábitat es en cueva y una procedencia norteafricana, mientras que los moradores de al menos la qarya de Jolopos se orienta- rían hacia la explotación minera de la zona.
Los estudios sobre el territorio del Valle de Jolopos llevaron a sus investigadores a analizar las majadas y corrales que desde el siglo XV se han mantenido hasta nuestros días, apreciando similitudes con las construcciones realizadas a partir de la época taifa, frente al hábitat en cuevas naturales y artificiales de momentos altomedievales. Algo similar hemos apreciado en los corrales circundantes existentes en Hoya Honda y La Graja, siendo sus características constructivas y estructurales muy parecida a las de las casas de las alquerías islámicas, variando solo en que en los corrales prima el espacio para el ganado frente al del pastor, quizás al tener este último unas necesidades tan solo temporales, frente a un concepto de estancia permanente de todo el grupo familiar en época islámica.
Por el momento el estudio del poblamiento islámico de Albacete, y más concretamente su ámbito rural, sigue siendo un periodo prácticamente inédito, por lo que apenas si podemos disponer de los anclajes habituales para otros periodos o territorios, mucho más trillados por la investigación, facilitando de este modo el trabajo de análisis de los resultados obtenidos en las prospecciones, por lo que por el momento nos tenemos que limitar a plantear unas hipótesis de trabajo que solo futuras investigaciones de campo podrán resolver.
CONTINUA LA
CUARTA PARTE
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