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Año 1965.
Crónica de la vida en el pueblo.

Higueruela en 1965: Los hombres a la mili, las mujeres, a bordar el ajuar.

Colaboración de José Colmenero López, publicada el año 2012, en el programa de las fiestas.

Todos hemos empezado a fumar cuando teníamos doce o catorce años. Pero en aquella época ya te guardarías muy bien de hacerlo en público, porque si se enteraba tu padre te la habías ganado. Fumar (y otras cosas) era cosa de hombres. Y uno era un hombre cuando volvía de la mili.  Entonces sí.  Después  de hacer la mili  ya podías    “pedir la entrada “  en casa de tu chica, que se convertía  en “novia formal” . Tu padre o tu futuro  suegro  te daban un cigarrillo para que te lo fumaras con ellos y la primera vez te subía un pavo que no veas. Que la mujeres fumaran estaba  muy mal visto.

La  verdad es que las mujeres podían hacer pocas cosas que no estuvieran  mal vistas. Si eran niñas, iban a una escuela diferente que los niños y recibían una educación distinta, todo  para hacerse  “una mujer de su casa”. Si eran  jóvenes, no podían ir solas con el novio ni al cine, ni al baile, ni al campo. Tenían que ir acompañadas por una  “carabina” que casi  siempre estaba mas atenta a lo que hacían las demás  que  a como se  comportaba su protegida. Si  éste era forastero  o  estaba haciendo  la mili, debían  guardarle ausencia. No salir de casa solas, no relacionarse con otros muchachos…

Pero  aunque fueran mayores, tampoco tenían las pobres muchos derechos. Por ejemplo, a una mujer casada no le estaba permitido escriturar un bancal o una casa a su nombre, sin consentimiento del marido. Muy pocas trabajaban fuera del hogar y en muchas empresas o compañías, incluso públicas, no las contrataban o las despedían si iban a casarse. Del trabajo en el hogar, ni te cuento. Ellas tenían que estar siempre atentas  que cuando llegaba el marido o los hijos, todo estuviera   a punto: la comida, la ropa lavada y planchada, el piso limpio, ya le tenían que haber  hecho  “el amasao” al gorrino y echado el pienso a las gallinas. Claro que no iban al bar. ¡Cualquiera!; al día siguiente habrían estado en boca de todo el pueblo. El sexo femenino no debía vestir pantalones y los críos los llevaban cortos, incluso en invierno, hasta que tenían trece o catorce años. Y si se moría un familiar, luto riguroso: De negro integral, y  que no se le ocurriera  ni oír la radio, ni escuchar música, ni siquiera reírse.

Dedico este párrafo a las mujeres porque hay que ver cómo han cambiado las cosas y lo que han tenido que pelear para igualarse un poco a los hombres, aunque todavía tenemos que cambiar la mentalidad  y facilitar la igualdad plena de derechos y deberes.

Esto pasaba en todas partes, pero en los pueblos pequeños como el nuestro, todavía mas.

Como aún no había agua corriente en las casas, los vecinos de los barrios de arriba visitaban cada mañana la Cueva del Gato o la Cuesta de la Serrana para hacer sus “necesidades”

En 1965, cuando vino al mundo ese grupo de paisanos tan responsables y tan divertidos que forman este año la Comisión de Fiestas, el número de habitantes de Higueruela iba de capa caída, aunque fueron 40 los nacidos entre chicos y chicas. En esa década (1960-1970) perdimos 202 familias y 906 personas y nos quedamos poco más de 2.000 viviendo aquí. La gente abandonaba los pueblos porque en las ciudades se podían encontrar mejores condiciones de vida y trabajo para casi todos los miembros adultos de la unidad familiar, así es que unos para Alicante, otros para Valencia o Barcelona, el campo higueruelano se fue despoblando.

El problema de la Sierra Procomunal, del que tano he escrito, venía arrastrándose más de cien años y no se le veía solución. El Tribunal Supremo en sentencia del 7-02-63 había desestimado un recurso interpuesto por el Ayuntamiento en contra de la aprobación del deslinde que se había hecho. Por eso la Corporación volvió a insistir, en un escrito dirigido al Ministro de Agricultura y a los ayuntamientos de Albacete y Chinchilla, que se le reconociera como participe en la propiedad de la Sierra. Como consecuencia, en julio de este año el Boletín de la Provincia publicaba una rectificación y daba una oportunidad para que los particulares que tuvieran terrenos enclavados en el Monte Público pudieran ser reconocidos como propietarios. Entonces se formó una Comisión que tenía como finalidad coordinar los asuntos de interés de los afectados, asesorarles en sus derechos y recabar fondos para los gastos que ocasionaran las gestiones. Estaba compuesta por el presidente de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos Fulgencio Martínez González y seis propietarios (Pascual Serrano López, Diego Aparicio Molina, Moisés Verdejo García, Dionisio Fresneda Verdejo y Esteban Cano).

Con motivo de los deslindes de la Sierra hubo grandes manifestaciones de protesta por aquellas fechas con un protagonismo indiscutible de las mujeres. Algunas fueron detenidas por la Guardia Civil.

Era alcalde José del Rey Gil y concejales Porfirio Marín Verdejo, su hermano Ángel, Diego Cano, Dª Paquita González Roldán, Esteban Martínez González, Juan Aparicio, Dionisio Fresneda, Luis Mínguez y Antonio García Durá como depositario de fondos. Elaboraron un presupuesto para el año siguiente que ascendía a 686.425 pesetas (hoy serían unos 4.125 euros que es menos de lo que nos gastamos en Fiestas durante cuatro días).La mayor parte de los ingresos procedían de impuestos directos y tasas (574.000 peseta) y de subvenciones se esperaban 97.500 pesetas. El grueso de los gastos se lo llevaba el capítulo de personal.

Si ya había poco para cubrir las demás necesidades municipales, la situación se agravó al tener que reconocerles quinquenios a los funcionarios, con su correspondiente aumento de sueldo y al tener que hacerse cargo de la subida de pensión del secretario Valeriano Arnedo, que se había jubilado en 1957.

Trabajaba para el Ayuntamiento Alfonso Sáez Cantos, auxiliar 1º que ejercía funciones de secretario y Tomás García Delegido como auxiliar 2º. En verano se contrató como temporera por un año a Clara Sáez, de dieciocho años. Además había un aguacil (Antonio Bueno), un sepulturero (Alfonso Fernández) y un peón público (Manuel Martínez Navarro) Y punto.

A pesar de las estrecheces económicas, se asfaltaron algunas calles con un gasto de 25.240 pesetas en materiales y 4.800 en mano de obra.

Tenía entregadas de ejercicios anteriores 20.236 pesetas para la construcción de dos casas prefabricadas para maestros, pero se publicó un nuevo Plan de Construcciones Escolares y la Corporación renunció al anterior porque las nuevas serían de mejor calidad. Estas fueron las que ocuparon el solar en que hoy está el Ayuntamiento.

A principios de año, Benito Mínguez Arnedo solicita licencia para dedicarse al transporte de viajeros en la modalidad de alquiler sin taxímetro, con un vehículo de 9 plazas marca Auto Unión equipado con un motor Mercedes Benz. Se le concede, teniendo en cuenta que la estación de ferrocarril más próxima está a 9 kilómetros y los pocos medios de transporte existentes en la localidad. Luego cambió la solicitud para hacer el servicio con un Seat 1400 matrícula M-274.697, de ocho plazas. En la misma fecha se autoriza a Cosme López Navalón realizar iguales prestaciones con un Renault Fragate, motor Matacas de 16 HP.

Ya estaba construida la casa del médico y el consultorio pero el titular Don Pascual Serrano vivía en casa de su propiedad y aquella no se había ocupado por lo que el Ayuntamiento la alquila al recién llegado veterinario Don José María Morillas por 3.000 pesetas al año.

Gran parte de la que hoy es calle Juan Carlos I había sido un bancal de Valentín Pérez Sánchez y se lo  habían expropiado. Ahora se le compensas entregándole un solar detrás de la iglesia, junto al cementerio viejo, con una extensión de 600 metro cuadrados en el que Valentín va a hacer un corral.

En el 65 no eran pocas las familias que vivían en las aldeas. Incluso tres de ellas (Oncebreros, Casillas de Abajo y Casa de Royo) tenían su escuela pero fueron suprimiéndose a partir de este año. Se concedió un comedor escolar en el que podrían recibir la comida de medio día los alumnos procedentes de familias con menos recursos y los que residían fuera del casco urbano, para los que también  se estableció un servicio de transporte escolar

El problema del abastecimiento de agua potable era otro que traía cola. Para ampliar el pozo existente el ayuntamiento consigue 100.000 pesetas del Plan Provincial de Cooperación. 60.000 eran a fondo perdido y el resto se tenía que devolver en diez años sin intereses. A pesar de las inversiones no se encuentra una solución definitiva. Habrá que esperar hasta que la buena fortuna hiciera que se encontrara un excelente caudal en el Ardalejo, a principios de este siglo, que es el que actualmente nos suministra.  ¡No malgastemos el agua!

¿Y las Fiestas? ¿Cómo eran las fiestas en 1965?

Aunque no disponíamos del programa de este año, entre uno de 1959 y otro de 1968 hay muy poca diferencia. Resumiendo podemos decir que empezaban en la tarde del día 21 con un pasacalles de la banda de música que unos años era la del pueblo y otros traída de fuera. Lo que no ha faltado nunca es la quema de la hoguera y el castillo por la noche. Tampoco la “misa rezada” a primera hora de la mañana del 22 y del 23 así como la procesión y “misa solemne” con la presencia de un orador sagrado que hacía el panegírico de la Patrona. En la tarde del 23, la procesión de Santa Quiteria La Vieja es tradicional. Y la carrera ciclista, mientras se repartía el rollo en el jardín. Antaño se hacía en la puerta de la iglesia.

El resto de actividades para niños y adultos eran las cucañas, carreras de cinta, de sacos y competiciones por el estilo. Además estaban los puestos con chucherías, que solían hacer rifas con unas cartas de baraja gigantescas, el tío de los chambis, (“son del ki son del ka. Son muy ricos de chupar”), los caballitos, el tiro, las barcas y las cadenetas… Y baile,  mucho baile con orquesta, aunque ya había quien tenía un “picú” (pick-up)  que se reservaba para los guateques. También se proyectaba alguna película en el cine Principal.

A las familias necesitadas se les entregaba un donativo en especie (limosna, decían). Las autoridades y banda de música (con la Reina y Damas cuando las había) eran invitadas a “un refresco” después de la misa mayor mientras mucha gente, haciendo un extra con respecto al resto del año, iban a “tomar el vermut”.

¿Qué no era mucho? ¡Pero qué bien se pasaba cuando uno era un joven!

(José Colmenero López) 2012.

   
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