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1987
El Cerro de Santa Bárbara.
(Trabajo de José Colmenero, publicado el año 1987, en el programa de fiestas de ese aņo),
Bien saben mis amigos Juan «El Píllo» y su mujer «La Morena» cuánto me gusta subir al cerro de Santa Bárbara, sobre todo en esta época de primavera, cuando el campo es una delicia y el aíre viene cargado de sabor a tomillo y retama: Aquel lugar goza del privilegio de tener a sus pies todo el pasado y el presente de Higueruela y además nos ofrece una vista singular del pueblo.
Pocas dudas hay ya de que el origen de Higueruela está en el Cerro de Santa Bárbara y sus inmediaciones. Luego el poblado Iría extendiéndose a izquierda y derecha por los barrios del Hondón y Maldolivas, y más recientemente hacia el mediodía, buscando el llano.
Si Pascual Madoz a mediados del Siglo XIX nos dice en su «Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico de España» (1.84550) que en las inmediaciones de la ermita se advierten vestigios de fortificación, que hacen sospechar la importancia que en remotos tiempos pudo tener este poblado», ese rastreador del pasado que es José María Almendros (nieto de «Orula») nos confirmó recientemente que hay un documento escrito del siglo XIII que hace mención concreta del Castillo de Higueruela. Y si no. ¿cómo es desde siempre hemos conocido aquellas calles con el nombre popular, que no oficial, de Cuesta del Castillo?
Volviendo al Diccionario de Madoz, «según la relación que de orden del Rey Felipe ll dieron en 1.576 los vecinos de Chinchilla, el lugar de Higueruela, antiquísima casa, donde hubo señal que había un castillo... tiene una iglesia parroquial dedicada a Santa Quiteria, pues la antigua. que lo estaba a Santa Bárbara, quedó reducida a ruinas». Es decir, que la tal ermita ya va siendo veterana, y la pobre lleva en estado cochambroso más de un siglo.
Y no es porque los higueruelanos no nos hayamos fijado en que el cerro y su antigua iglesia deban cuidarse y no se hayan hecho proyectos para su utilización.
Recientemente hemos oído hablar de convertirla en un museo etnológico, en capilla con fines religiosos, en lugar de solar y recreo e incluso de atracción turística.
Recuerdo que hace no muchos años, se proyectó construir una escalera volada desde la puerta de la Iglesia hasta el cerro; el párroco Don Vicente Ramos instaló allí unos altavoces para que todo el vecindario pudiera seguir el rezo del rosario; con unos miles· de pesetas que sobraron de la segunda fase del alumbrado público, se pensó levantar allí una torre donde colocar un reloj luminoso ...
Blas Cano Bueno, alcalde en los años 30, vio el lugar con fines más prácticos, y después de aflorar agua con el desaparecido pozo de los «Chorros» o «Chorreadores como se le conocía entonces, mandó construir en el recinto de la ermita un deposito para que sirviera para la distribución de aquellas aguas y abastecimiento a la población, sin que sus fines llegaran a cumplirse.
En diciembre de l. 926, el médico Arteaga informaba en estos términos al Ayuntamiento del panorama sanitario que ofrecía el montículo: «Resulta estar en completo abandono, sirviendo de retrete público y de encerradero de ganado, cerdos y gallinas. El edificio en él enclavado está en estado ruinoso y sin puerta. Dado lo céntrico de dicho montículo y la elevación que sobre el resto de la población tiene, es de necesidad su clausura y saneamiento por resultar un foco de infección para la salud pública».
Este informe, le sirve al Alcalde Víctor Rosillo para largar a sus concejales un discurso populista y patriótico en que expone su proyecto de «convertir en hermosa plaza y paseos la meseta del cerro, puesto que de expansión estamos necesitados, y además porque así lo exige la higiene y la salud pública».
Con esta obra, el Sr. Rosillo podría «dar medios a los pobres trabajadores para evitar que los explotadores sin conciencia los cojan en sus garras». Por si estos argumentos no fueran suficientes para sus ediles, continúa diciendo: •Si estuvierais conformes con mi propuesta, amplío ésta para que desde este momento se le dé a la mencionada meseta el nombre de Plaza de España a fin de que sólo su nombre nos estimule a hacer las obras que para honrarla nos obligamos".
Efectivamente, la proposición del Alcalde se aprobó por unanimidad, pero el concejal Don Benito Santaya hizo la atinada observación de las dificultades que podrían derivarse por competencia de jurisdicciones (Probablemente refiriéndose a la Parroquia), por lo que se acordó publicar el edicto correspondiente en el Boletín Oficial, por si alguna persona o entidad se consideraban con mejores derechos que el Municipio.
Aquellas obras tampoco llegaron a realizarse.
Hoy, el acceso al Cerro de Santa Bárbara está cerrado por una puerta cuya llave facilitan con toda amabilidad los vecinos. Se han plantado algunos pinos y. ya no es encerradero de ganado ni retrete público. La ermita se sigue deteriorando y al cerro no se le da otro uso que el de recinto obligado para tirar los cohetes en las fiestas patronales.
Tal vez su quietud, silencio y abandono sean los que nos incitan a ver desde allí retazos de nuestra poco conocida historia.
José Colmenero López
Mencionados: Juan "El Pillo". "La Morena",
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