El general Francisco Franco Bahamonte estaba al frente de la Capitanía General de Marruecos. Bajo su mando se hallaban todas las tropas del tercio, Legión, Regulares y resto de fuerzas armadas.
Se subleva contra el Ejército Popular de la República de España y su Gobierno, y entra en la península por el estrecho de Gibraltar por Cádiz y Sevilla, para sumarse a las fuerzas de varias capitanías generales también en estado de insumisión y la toma de varias capitales y pueblos de España.
A primeros del mes de abril de 1938, el Gobierno Popular de la República llama a la quinta de 1939 a su incorporación a filas, que es la quinta a la que yo pertenezco. Antón Oliver, que era el aguacil del pueblo fue el encargado de trasladarnos a todos los quintos a la estación de ferrocarril (apeadero de Higueruela), recorrido que hicimos a pie y desde el que nos dirigimos a La Roda (Albacete), donde se hallaba ubicado el Centro de Reclutamiento y donde fuimos iniciados en la instrucción militar.
Allí estuvimos aproximadamente dos meses en el frente metidos en las trincheras y chabolas.
A continuación nos trasladaron a toda la brigada en forma de relevo al frente de la guerra en Teruel, a la defensa de la retirada de las tropas de La Muela, quedando toda la brigada deshecha por las tropas legionarias de Franco.
Reorganizados del desastre, nos envían al frente de guerra por Don Benito, Castuera y Cabezuela.
En este nuevo frente, el día 1 de Abril de 1939, el general Franco da el último parte de guerra:
"Españoles la guerra a terminado".
Ante tal situación, los mandos del Ejército Popular de la República nos comunican la necesidad de dejar el armamento en las proximidades de Almadén, donde se acentúan las trágicas aventuras que veníamos padeciendo.
Desde Almadén donde ya se encontraban las tropas de Franco un compañero de mi quinta que estaba en esta compañía y otro de la provincia de Murcia nos juntamos en peregrinación para regresar a nuestros lugares de origen. Mi paisano era José García Moreno, e iniciamos nuestra vuelta a casa por indicación de un cabo del ejército nacional, que fue quien nos indicó que volviéramos a nuestras respectivas residencias.
Andando, eludiendo carreteras y pueblos porque a todos los que cogían del ejército popular los mandaban a campo de concentración, caminamos durante más de quince días desde la salida del Sol hasta su puesta, atravesando campos, matorrales y pidiendo por las aldeas y cortijos algo con que alimentarnos. Al anochecer buscábamos algún lugar donde poder descansar y dormir. Así anduvimos día tras día hasta que por fin llegamos a una aldea cercana a la provincia de Albacete. Por Balazote nos tuvimos que tirar por una ventana donde estaban las mulas de labranza porque el hijo del dueño era de la falange y quería dar cuenta de nosotros a las autoridades del pueblo. De tales intenciones nos avisó el dueño de la masía, pues de haber ignorado las pretensiones del hijo o sabemos que hubiera sido de nosotros.
Superada la andadura anterior llegamos a Higueruela donde traté de reorganizar mi vida junto con los míos, pero la alegría duraría poco ya que hube de superar la depuración del régimen impuesto por el general Franco.
Así fue como en los años 1940-41, me llevan a un campo de concentración llamado de San Vicente, en Albacete, donde estuve retenido 20 o 25 días. Después las 200 personas que lo componíamos fuimos concentrados en Portacceli, que con anterioridad había hecho las veces de sanatorio y que se haya ubicado en la carretera de Liria a Bétera. Junto al mismo grupo me acompañaban mis hermanos Indalecio y Urbano que de inmediato nos llevan a Valencia. A mi me destinaron a la primera compañía y mis hermanos una vez más los trasladaron a Murcia y Castellón.
Aunque el cuartel lo teníamos en Valencia, hice vida en mi nuevo destino durante seis meses y medio en un convento de frailes de la Malvarrosa, en el que a decir verdad y por primera vez en mucho tiempo nos daban una comida decente.
Allí me junté con otros dos paisanos que compartimos la misma compañía, Antonio Cabañero y Antonio Verdejo llevándonos en camiones a trabajar a una masía cercana a Liria a clasificar material de guerra que otras compañías recogían de los frentes de Teruel. Siete eran los camiones encargados de llevarnos al trabajo bajo la escolta de dos soldados pero, por su comodidad nos introducían en el mismo vehículo a los presos y ellos se reunían con los chóferes para que les resultara mas ameno el viaje. Un día normal de trabajo, a dos kilómetros de la masía donde realizábamos la tarea volcó el camión que nos conducía y quedamos sólo seis hombres con lesiones leves. El resto, heridos de gravedad los trasladaron al hospital de Valencia donde fallecieron algunos; entre los que perdieron la vida a causa de las heridas se encontraba mi paisano Antonio Cabañero.
A raíz del accidente se tomaron medidas preventivas para evitar en lo posible tan triste acontecimiento, siendo arrestados los responsables de la escolta con dos meses de calabozo, ya que los forzados éramos tratados por los Jefes con cierta deferencia, autorizándonos incluso a salir a la playa sin escolta.
Aquí termino estas pequeñas memorias, pues con 84 años a mis espaldas me falla la memoria y mi capacidad para seguir escribiendo.
Dejo este recuerdo a mis nietas Rosi y Chus.
Benedicto García Álvarez. Higueruela julio del 2002
Prólogo.
Como apuntábamos al principio, es a partir de la trágica Guerra Civil cuando nuestro paisano y, a petición de sus nietas, se decide a pormenorizar esta etapa de su vida que estuvo cuajada de tantos sinsabores. Unas memorias que como otras muchas, podrían ser sinónimas de quienes tomaron parte en la contienda y vivieron tan deplorables sucesos.
Del injusto proceder de las autoridades de la posguerra para con él y el resto de su familia es algo que prefiere no recordar, aunque a decir verdad y según nos comenta, su capacidad intelectual se halla sensiblemente mermada para recordar tan tristes acontecimientos.