Aldeas página inicio
   

Apuros en la laguna. (1946).
( Pepe, el de Floro).

Recibido el 7 de noviembre 2006.

Tendríamos ocho o nueve años y sería más o menos por estas fechas (noviembre). El Sobralejo o Villa Elogia que así se rebautizó la finca de mis tíos Pascual y Daniel, era un auténtico paraíso y, junto con las Casillas de Marín (de Arriba), en la que estaba de labrador mi abuelo Fernando -al que recuerdo con el mayor de los cariños y al que adorábamos todos los nietos con verdadero fervor- eran los "refugios de pecadores" de una numerosa prole de sobrinos y nietos a los que nos trasladaban nuestros padres cuando no había clases en la escuela y ellos tenían trabajo o querían disfrutar de una dosis extra de libertad, sin críos.

En esta ocasión estábamos en El Sobralejo. De aquellas estancias quedan recuerdos imborrables: la salida de los muleros de buena mañana a labrar; el pastor con el "ganao" y que, por cierto, nos dejaba boquiabiertos ordenando a los perros (casi todos tenían nombre de persona) maniobras de reunir o traer al rebaño alguna oveja descarriada; el gorrinero (casi siempre un chiquillo), cuidando de la piara por las proximidades de la casa y, a veces, un pavero, que se encargaba de cuidar aquellos animales que cuando hacían "la rueda" nos dejaban asombrados.

En fin una serie interminable de vivencias que están bien archivadas en la cabeza y que difícilmente se olvidarán.
Pues bien, en una de estas breves temporadas en El Sobralejo, una tarde nos fuimos de exploración y a buscar setas por los alrededores de la laguna mis primos Fernando "Truco", Pepe, el de mi tío Pascual (q.e.p.d.) y yo.
En lo de las setas tuvimos mucha-poca suerte. La razón fue que la cosecha fue más que abundante, pero el chasco vino cuando volvimos a la casa y presentamos nuestro nuestra recolección: todas eran venenosas. Con razón había tantas; los que sabían más que nosotros no las cogían.

La segunda parte de la tarde pudo haber tenido consecuencias trágicas, pero aquí tuvimos mucha-mucha suerte. Los tres primos, creyéndonos protagonistas de "Al filo de lo imposible" tuvimos la ocurrencia de pretender llegar a una especie de isla que había en el centro de la laguna y que no era tal, sino una acumulación de esa especie de algas o juncos que abundan por toda su superficie y que en esa parte sobresalían por encima del agua.

Emprendimos la marcha, creyéndonos anfibios, y al principio todo iba bien, pero a los pocos metros las plantas del fondo se nos enredaban en las piernas; en principio la cosa se iba superando, pero a medida que avanzábamos el enredo iba en aumento y el nivel del agua también, llegando ya cerca del cuello. El "canguelo" se fue apoderando de nosotros y, menos mal que a uno de los tres se le ocurrió la feliz propuesta de dar media vuelta. La unanimidad fue total y rápidamente emprendimos la marcha hacia la orilla, a la que llegamos después de algunas penalidades y cayendo exhaustos al tocar tierra. Nos vestimos, porque la hazaña que pretendíamos culminar la habíamos hecho "en cueros", y volvimos a la casa en silencio y juramentados de no decir nada de nuestra travesía frustrada.


En fin, una tarde para olvidar, pero que recordaremos siempre y que a estas alturas (han pasado casi sesenta años) contamos de vez en cuando a generaciones más jóvenes.
Pepe, el de Floro
Enviado el:  Tuesday, November 07, 2006 11:54:37 AM
0382

   
© Higueruela,mi pueblo Volver a: chascarrillos Aldeas página inicio