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Aldeas de Higueruela
ONCEBREROS. También existe.
A unos 5 kilómetros de Higueruela, y en el punto que separa el término municipal de este del de la vecina localidad de Hoya Gonzalo, se encuentra la aldea de Oncebreros, pedanía de Higueruela.
En ella encontramos un pozo, una ermita de reciente construcción (principios de la década de 1990) y unas bonitas y típicas casas de labor manchegas. Paseando por esta aldea podemos encontrar varias balsas que antaño servían para lavar y abastecer de agua a los huertos de sus alrededores, tarea esta última que todavía desempeñan. Debido a la humedad de la zona, existe una frondosa chopera que dota de grandes sombras al paraje.
En la parte de arriba de Oncebreros hay varias casas, todas ellas con dependencias anexas (corrales, almacenes, pajares, gallineros, bodegas…..muchas de las cuales ya han perdido la utilidad de antaño) y que están en proceso de restauración.
En esta zona también encontramos un lavadero para el ganado (ovino principalmente, aunque también caprino), la antigua escuela(que dejó de funcionar como tal en la década de1970 y que antes también fue ermita y casa del cura) y un depósito de agua. La ermita merece un capítulo aparte.
Además de los dueños, en las aldeas solía vivir gente que trabajaba para estos: muleros, gorrineros, labradores, criadas o cocineras (mozas) o niñeras.
LA ERMITA
En la década de 1920 veraneaban en Oncebreros unos valencianos de desahogada posición económica, tíos de mi bisabuela Catalina (madre de Rufa, mi abuela materna) y sus hermanos Teresa, Juan y Rufo Molina Bueno. Don Mateo, que así se llamaba el valenciano, tuvo varios hijos con su esposa, doña Amparo: Mateito (que era militar en Mahón y se casó, pero no tuvo hijos), Pedrito (que no se casó)y Rafael; y mandó construir en un solar de su propiedad la casa donde vivía el cura (don Enrique). Esta casa tenía (y tiene) una amplia cocina, dos grandes salas (en una de las cuales se daba la misa y, más tarde, se impartían las clases), un cuarto de baño y otras dependencias.
Ellos vivían en Valencia pero pasaban los veranos en Oncebreros, hasta donde llevaban un séquito de personal doméstico (sirvientas y cocineras) e, incluso, un cura, don Enrique. Allí disponían de casa propia que compartía entrada con la del tío Juan (hermano de mi bisabuela, ambas casas son ahora propiedad de su hija Mariana), pero que se encontraba en el piso superior. Es muy pequeña: al entrar hay una cocina con chimenea decorada con azulejos y unos armarios, y en la parte derecha un corto pasillo que distribuye una habitación a cada uno de sus lados; al fondo, un balcón sobre la puerta principal de ambas casas.
Además, recibían visitas de la alta clase valenciana: médicos, abogados o políticos con los que se organizaban numerosas cacerías.
D. Enrique guardaba en la casa de Oncebreros una casulla que una prima suya había bordado en oro y era con la que él había dado su primera misa. Además, se decía que guardaba una cubertería de plata. Este fue el principal motivo por el que, durante la Guerra Civil, los milicianos saquearon la aldea.
Las casullas, junto a una pequeña imagen de san Enrique que presidía el altar de la ermita y otros objetos de culto, fueron quemados en los huertos. Mi bisabuelo Juan (esposo de Catalina) escondió toda la plata que poseían en las cuadras y los cuadros e imágenes religiosas en el leñar, que por estar a la intemperie se perdieron.
Al mismo tiempo que esto ocurría en Oncebreros, en Higueruela preparaban su salida del pueblo mis tatarabuelos (Antonio Mancebo e Isabel López, padres de Juan y suegros de Catalina), que tenían dos hijos más: Antonio el Rojo y María del corzo. Se dice que ella cosió en su falda algunos billetes de 1000 pesetas antes de huir. Sus hijos los recogieron a ambos una noche para llevarlos hasta la aldea. Ya allí, también acogieron a un cura junto a su hermana (que estuvieron en casa de mis bisabuelos) y una monja que andaba con alpargatas en la nieve (y se hospedó en casa de Magdalena), los tres evacuados de guerra.
Don Enrique regresaría tras la guerra para ver lo que había sido de sus propiedades, y fue entonces cuando lo conoció mi abuela Rufa.
En 1957, y con el apogeo de la devoción por la Virgen de Fátima, se manda construir una nueva ermita. La casa del cura fue ocupada por las maestras y en una de esas grandes salas se impartían las clases. La ermita, junto al pozo, era muy diferente a la que hoy conocemos. La rodeaban unos arcos, que estaban al descubierto y, al fondo, había una cruz de madera. Durante las romerías, estos arcos se cubrían con colchas. Con los años, se pensó en la restauración de la ermita de Santa Bárbara (en el cerro del mismo nombre y que corona Higueruela) y también en la de Oncebreros, por lo que esta última se reformó, tal y como la vemos hoy día, a principios de la década de 1990.
Benjamín Navalón Sáez (2009)/00105.
MAS DATOS SOBRE LA ALDEA DE ONCEBREROS.
Año 1894. En el libro CRONICA DE LA PROVINCIA DE ALBACETE, TOMO II, escrito por Joaquín Roa y Erostarde aparece la aldea de Oncebreros, con un total de 19 habitantes.
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