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HIGUERUELA 1954-1959.
CINCO AÑOS DE MI INFANCIA
O
LA VIDA EN UN PEQUEÑO PUEBLO RURAL.

(Cosme Colmenero López)

QUINTA PARTE:

EL  AYUNTAMIENTO. LA  PLAZA. EL  ALCALDE, EL  SECRETARIO  Y  OTRO PERSONAL. EL JUEZ DE PAZ.

El edificio del Ayuntamiento estaba en la calle Ramón y Cajal, haciendo esquina con la plaza; al lado estaba la casa de Valeriano, que era el Secretario; pero al nivel de la calle, había un arco por el que se subía a un barrio en el que vivían, entre otros,  Antón el Alguacil, casado con Dolores, y sus hijos Antonio y Lola; la familia de los Abarcas, que tenían varios  hijos, uno, Diego, era  de mi edad. También vivía la familia de los  Charros, una de cuyas hijas era Argentina, que iba con mucha frecuencia a la casa de mis tías; y la de los Arrieros.


(Edificio del antiguo Ayuntamiento, en la actualidad).

El ayuntamiento tenía dos plantas; en la baja estaba el calabozo, una sala donde ensayaba la banda de música y se daban clases de solfeo a los niños y jóvenes aficionados. (La banda hacía un pasacalles por el pueblo la mañana de los días de La Fiesta y en alguna otra ocasión señalada, y a veces tocaba en el templete que había en el centro del jardín). Además, había otros cuartos, oscuros, sin ventanas en los que se guardaba el carcacho para las estufas del propio ayuntamiento y de las escuelas. En la planta primera estaba el despacho del alcalde, la oficina donde estaba el secretario, Valeriano, y el auxiliar, Alfonso, y otras salas vacías, aunque en una había una especie de biblioteca con algunos libros que se podían sacar para leerlos en casa; me acuerdo de haberme llevado varios, uno de ellos se llamaba ”El Puente”, una novela ambientada en la Guerra Civil

Dependían también del Ayuntamiento el Alguacil, Antón, el Enterrador (Alfonso, que vivía en la última casa de la Gila), el vigilante, Aguilar, y otro hombre, Juan Acémila que cuidaba del motor del pozo de “Los Chorros” y del Jardín. Si algún chiquillo pisaba las flores o hacía alguna travesura, le gritaba para que lo dejara, y le amenazaba con “tirarle un garbanzo”.

Era Alcalde Clamades Sáez Mínguez, que había recibido una ráfaga de ametralladora en la guerra, atravesándole la   cara, de lado a lado, y un brazo, por lo que casi no se entendía lo que hablaba y llevaba el brazo siempre doblado. Su mujer se llamaba Consuelo; no tenían hijos.

 


El alcalde, Clamades, con la vara; a su derecha, D. Juan Cortés. Y delante, Juan Acémila.

Valeriano, el Secretario, vivía con su mujer, Catalina, y sus tres hijos: Marita, Angelita y Pedrín. Mis tías tenían mucha amistad con la familia; recuerdo que un año, cerca de la Navidad, yo quería escribir la carta a los Reyes, pero me faltaba el sobre, por lo que fui a ver si Pedrín me dejaba uno; él me dijo que si la carta era para los Reyes Magos o para los Reyes Católicos; yo me quedé dudando,  sin saber qué contestar, y al final dije que a los Reyes Católicos, y él se sonrió.

 


Valeriano, su mujer Catalina, su hijo Pedro, la esposa de éste, Amparo, y María Colmenero.

Enfrente   del Ayuntamiento estaba la casa de mis tías; en la casa de al lado vivía Esteban (Estebaníco, decían ellas), Sabina y sus hijos, y más allá, Mª Isabel Tornero y su familia, y ya en la esquina junto a la calle que sube a la Iglesia, Gonzalo el Arriero, y enfrente de este, D. Juan Manuel el Maestro, su mujer y sus hijos, de los que recuerdo a Teófilo y a Juan Manuelín (Después vivió en esta casa Fulgencio con Carmen, su mujer y sus hijos Lucas (que jugaba muy bien al futbol), Angelita y Aurelia.


Estebaníco, hacia 1960.

Al lado de la casa de Valeriano vivía el guardalíneas. En la Plaza vivía Alfonso Sáez, con su mujer, Amelia y sus hijos Ricardo, Clara, que era de mi pandilla, y Aurora.

También estaba la casa de Paco El Gafas, con la tienda, y en el rincón de más arriba, la casa de Los Manchegos, la de los Sapos y la de mis tíos Pedro y Rosario (poco después se mudaron a la casa que había sido de mis abuelos Cosme y Mercedes), con sus hijos Micaela, Alfonso, Mercedes y Mª Ángela  (Micaela y Mª Ángela han muero este años 2012). En la calle que sube a la Gila desde la Plaza vivía la familia de El Palomo, que tenía varios hijos y una hija;  de los  más pequeños, Rómulo era de mi edad, y Ernesto, que tocaba muy bien el saxofón y su madre decía que como había nacido el día de la Ascensión, tenía gracia. Enfrente de la fuente de la Plaza, bajando ya hacia las Cuatro Esquinas, estaba la casa de El Capitán y su mujer, Isabel. (Recuerdo que un día fue Isabel a la carnicería de mi tía Consuelo, y comentó, haciendo referencia a lo cara que estaba la vida: “El lunes cambié el billete y sólo me quedan ocho pesetas”  El billete era de 100 pesetas).

El juez de paz era  Rufo, que vivía en la calle Santa Quiteria, entre la casa  de Manolo Verdejo, padre de Jacobo y Encarnita, y la panadería de Durán, (al otro lado de la panadería vivían Laureano y Visita, y su hijo Mateo).


Vecinos de la calle Ramón y Caja. En la puerta de la casa de mis tías Consuelo y María, que aparecen junto a Luquetas, su hermana Lola y otras personas. Al fondo una mujer con la escoba barriendo la calle delante de su casa. Hacia 1958.


Varios vecinos de la calle Santa Quiteria (22 mayo 1959?) Vemos a  Visita y Laureano con sus hermanas, sus respectivos maridos e hijos; también están Paco Marín y Ana María, Dolores del Alguacil, Fulgencio y Carmen sus hijas Angelita y Aurelia, y Luquetas.

Más tarde, el puesto de juez de paz lo desempeñó Aurelio Cebrián, casado con Mauri, hija de Sinforiano, que vivían en la calle Ramón Franco, haciendo esquina con el Camino de la Cruz.

 

   
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