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HIGUERUELA 1954-1959.
CINCO AÑOS DE MI INFANCIA
O
LA VIDA EN UN PEQUEÑO PUEBLO RURAL

(Cosme Colmenero López)

SEGUNDA PARTE:

EL  PUEBLO.

En aquellos años el pueblo se extendía desde las Cuestas hasta la carretera de Pozo Lorente (El Pozo) por el este, y desde las cinglas de la Gila hasta la de Hoya Gonzalo (La Hoya), por el oeste; y en la confluencia de estas dos carreteras   empezaba la de Bonete y Alpera, a cuyos lados   había algunas casas más; las últimas eran el cuartel de la Guardia Civil y, enfrente, la de D. Felipe. Algo más abajo, separadas de las anteriores estaba la  de María Rosillo, que a los chiquillos nos parecía un castillo por la forma que tenía.


(La casa de María Rosillo, que fue restaurada conservando su aspecto exterior original)

Enfrente, por entonces, se hizo Juan Aparicio la suya,  y más abajo, la fábrica de harinas de Marcos Gómez, como decía un letrero de azulejos sobre la pared. En aquel complejo, además de la fábrica de harinas, había un molino, varios almacenes y  corrales, y dos viviendas, la de Marcos, que vivía con su mujer, María del Rey y una sobrina, Isabelita, hija de Pepe del Rey, que era como una hija para ellos y que murió cuando tenía catorce años, lo que causó una gran conmoción en todo el pueblo. Había otra casa, en la que vivía la familia de Bernabé, que trabajaba en la oficina de la fábrica.



En esta foto de 1944, en la que parece que alguna autoridad provincial visitó el pueblo, se distingue en primer plano, a la derecha, con pajarita, a Marcos Gómez.


(El comienzo de la carretera de Alpera, con la casa de Diego del Rey a la derecha y la de Blas Abellán y mi tío Gregorio, a la izquierda).

Entre el cuartel y la casa de María Rosillo, la carretera estaba  bordeada de dos filas de robustos olmos, hoy, lamentablemente, desaparecidos.   En el comienzo de la carretera del Pozo también había árboles, en este caso moreras, de las que cogíamos las moras para comérnoslas y las hojas para alimentar gusanos de seda; además estaban los chopos de la rambla, con sus troncos tan gruesos.


El Cuartel.


(Así era la carretera entre el cuartel y la casa de María Rosillo, con los frondosos olmos (izquierda), hoy desaparecidos (a la derecha).

Otros parajes arbolados junto al pueblo eran la alameda y los pinares de Los Pajaritos y  de Felipón; en el Km 2, aproximadamente, de la carretera de El Villar, había un gran pino, solitario, que era conocido como el pino solo

También había algunas higueras que nacían en la roca de las cinglas, como la que había en el callejón donde vivía Herminia, una tía de Aurelio.

En el jardín había bastantes árboles de diversas especies, a los que nos subíamos los chiquillos cuando no estaba por allí Juan Acémila; en una ocasión, saltando desde uno de los bancos hasta la rama de un árbol, para colgarnos de ella y balancearnos, me caí y me rompí un brazo.




Tres fotos del jardín:
en la de arriba se ve el templete y la caseta-bar, construida a principios de los años 60.
En las dos de abajo, el paseo principal, en dos épocas distintas.


(Esto queda en la actualidad de la frondosa rambla)




(La calle Maldolivas hace varios años. Abajo, en la actualidad.)

Por la disposición de las calles podemos intuir que el pueblo surgió, en parte en la zona de Maldolivas, hoy conocida como “Las Cuestas”·, y en parte pegado a las cinglas de la Gila, la Cueva del Gato y la Cuesta de la Serrana, y que poco a poco se fue extendiendo hacia el sur en sucesivas fases. Probablemente, al principio el límite estaría formado por  la calle de la Solana, por la que se salía hacia La Hoya, la calle Ramón y Cajal, la de la Iglesia, y por la parte más oriental, la calle San Antonio, por la que se salía a la carretera de El Pozo, donde estaba el kilómetro gordo, llamado así por el tamaño del monolito, y un poco más arriba, la casilla de los peones camineros; por debajo del kilómetro gordo, entrando al pueblo, había un puente de piedra que aún se conserva.


La Gila. Abajo, plano de Higueruela en la  actualidad.

(La calle que se llamaba Ramón Franco, hoy es la calle Europa; la de La Posada, es hoy la de Levante; la carretera de Hoya Gonzalo es Av. De la Libertad y la carretera del cuartel de la guardia civil, es Avda. Constitución).
El centro del pueblo debió estar en “La Plaza”, situada en la confluencia de las calles de La Solana y Ramón y Cajal,  con su olmo y su poyo de piedra alrededor del tronco, en el que se sentaban los viejos.

 




Arriba, la plaza, con el olmo. La casa de Alfonso Sáez, la del” Palomo” la tienda de Paco “el
Gafas”, la casa de Pedro y Rosario, la esquina del Ayuntamiento y la fuente.
Abajo, la plaza, con el olmo, en la actualidad.

En una fase posterior, el pueblo crecería hasta las calles Santa Quiteria  y Ramón Franco, que formarían como un segundo cinturón, desde el principio de la primera, en la confluencia con la calle de La Solana, hasta el final de la segunda, en la Replaceta, donde se une con la de San Antonio. El desnivel entre la parte vieja y la nueva, se salvaba a veces con escaleras, como son las grandes que hay junto al casino de los Verdejos (hoy discoteca Acuarius),


Dibujo de las escaleras, que hizo mi padre desde la escuela 
cuando estaba en la cámara de la casa de Esteban Cano.


Escaleras desde la calle Ramón Franco hasta el callejón del Cura.

…y las más pequeñas que hay entre las casas que eran de Hortensia Marín y de José Cano, (unían la calle Santa Bárbara con el principio de la calle de la Posada), y otras al principio de la calle San Francisco, que une la calle de la Iglesia con la de Ramón Franco.  (En mi casa teníamos enmarcado y colgado de la pared un dibujo de las primeras, con la iglesia al fondo, que había hecho mi padre desde la escuela que regentaba , situada en la cámara de la casa de Esteban Cano, donde estuvo hasta que se abrieron las escuelas del cuartel viejo).

Más tarde, probablemente, se poblaría El Calvario, y se harían las casas de la acera sur  de la calle Ramón Franco (las de Sinforiano y Blas Cano, la de Felipe Rapao y la de Juan Mancebo, y otras, más hacia el centro del pueblo), que con los corrales y cercados posteriores  llegaban hasta  la carretera del Pozo, hoy calle Blas Abellán; en la acera del sur de esta calle, sólo recuerdo las casas de Matías López, en el Camino de la Cruz, la de los padres de Antonio y Mario, y la de Martín Verdejo.


(La casa de Matías López).

Y por el oeste, se poblaría el espacio que hay entre la calle de Santa Quiteria y la carretera de la Hoya, en cuya acera sur estaban las casas del Rojo de Oncebreros, la de Laura, que era ciega, que vivía con su madre y su hijo, Antonio, y las tres propiedad de Paco el del Estanco, en las que  vivían Anita, hija de Paco,   Antonio Belmar y Dª Antonia, con sus respectivas familias. En esta última, además, estaba la oficina del Sindicato (Hermandad de Labradores y Ganaderos, decía el cartel de madera que había en la puerta)  Así, y con las casas de la carretera de Alpera que he citado  antes, era el pueblo cuando yo llegué en el año 1954.

Cerca del pueblo había algunas casas aisladas, como   “El Palomar,” donde vivía Dª Aurea, viuda de D. Juan Carracedo, que había sido médico en el pueblo; aunque yo no lo recuerdo, mi madre me decía que la había  asistido cuando nací yo.  Tenían dos  hijos: José y Eugenio, y una hija, a la que llamábamos Laurita; no sé si era un diminutivo de Laura, o, más bien, pienso yo, sería diminutivo de Aurea, con el artículo “la” delante, como era habitual en el pueblo llamar a las mujeres. Eugenio se hizo maestro y José ingeniero;   mi padre, que lo tuvo como alumno en la escuela de la casa de Esteban, decía que era muy listo, y contaba una anécdota: cuando explicaba en la escuela la regla de ortografía de que antes de consonante se escribe siempre “b” (bla, ble…, bra, bre.), el niño preguntó que por qué la marca del coche de Mira, un Chevrolet, se escribía con “v”. (El maestro le explicó que esa palabra no seguía la regla porque era una palabra extranjera).

 


(Los Pajaritos en la actualidad).


Otra de esas casas  aisladas era “Los Pajaritos”, donde había dos casas; en una de las cuales vivía Pascual, que actuaba como sacamuelas, y que tenía una hija llamada Rosa. Y la tercera era la “Casita Azul”, también conocida como “La Casita de Papel”, que estaba junto a la huerta de Marcos dónde también había una casa para el hortelano. Los dueños de la “Casita” eran Paco  y Maruja, un matrimonio que vivía en Valencia y  que la llamaban “La Casuta”, aunque la gente del pueblo prefería llamarla de la otra forma.


   
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